Page 121 - Matilda
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Brincando y balando, torpe y alegremente, querida mía,
Salga de su guarida, entre hojas humedecidas por el rocío
Para comerse tu corazón en la casita rosada del bosque.
Hubo un momento de silencio y Matilda, que nunca había oído recitar poesía
romántica en voz alta, se sintió profundamente emocionada.
—Parece música —murmuró.
—Es música —dijo la señorita Honey que, a continuación y como
avergonzada de haber revelado ese aspecto íntimo de sí misma, abrió
rápidamente la puerta del jardín y entró en el sendero.
Matilda se quedó atrás. Le asustaba un poco aquel sitio. Le parecía irreal,
aislado y fantástico y, por tanto, muy alejado de este mundo. Era como una
ilustración de un cuento de los hermanos Grimm o de Hans Christian Andersen.
Recordaba la casa en que vivía el pobre leñador con Hansel y Gretel, donde vivía
la abuela de Caperucita Roja y, también, la casa de los siete enanitos, la de los
tres osos y la de muchos más. Parecía sacada de un cuento de hadas.
—Ven, querida —dijo la señorita Honey, y Matilda la siguió por el sendero.
La puerta principal estaba pintada de verde; se hallaba desconchada y no
tenía cerradura. La señorita Honey se limitó a levantar el pestillo, abrió la puerta
y entró. Aunque no era una mujer alta, tuvo que agacharse un poco al traspasar
la puerta. Matilda la siguió y se encontró en una especie de pasadizo estrecho y
oscuro.
—Ven a la cocina y ayúdame a preparar la merienda —dijo la señorita
Honey, y la condujo a la cocina, si así podía llamarse.
No era mucho mayor que un armario de buen tamaño y sólo tenía una
pequeña ventana que daba a la parte trasera de la casa, debajo de la cual había
un pequeño fregadero sin grifos. En otra pared había una repisa,
presumiblemente para preparar la comida y, encima de ella, un pequeño
armarito. En la repisa había un hornillo de petróleo, un cazo y una botella
mediada de leche. El hornillo era del tipo de los que se usan en el campo, que se
llena de petróleo, se enciende en la parte superior y, con un émbolo, se da presión
a la llama.
—Podrías traer un poco de agua mientras yo enciendo el hornillo —dijo la
señorita Honey—. El pozo está fuera, en la parte de atrás. Coge el cubo. Está ahí.
En el pozo encontrarás una cuerda. Ata el cubo a un extremo de ella y bájalo al
fondo, pero no vayas a caerte dentro.