Page 122 - Matilda
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Matilda, más perpleja que nunca, cogió el cubo y se dirigió a la parte trasera
      del jardín. El pozo tenía un tejadillo de madera y un sencillo cabrestante del que
      pendía una cuerda que se perdía en el oscuro agujero sin fondo. Matilda subió la
      cuerda y ató el asa del cubo a su extremo. La bajó luego, hasta que escuchó un
      chapoteo y la cuerda se destensó. La subió de nuevo, con el cubo lleno de agua.
        —¿Está bien así? —preguntó cuando regresó a la casa.
        —Es suficiente —dijo la señorita Honey—. Supongo que no habías hecho esto
      nunca, ¿no?
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