Page 126 - Matilda
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La historia
                     de la señorita Honey
      N  O debemos apresurarnos —dijo la señorita Honey—, así que tomemos otra
        taza de té. Y cómete esa otra rebanada de pan. Debes de estar hambrienta.
        Matilda  cogió  la  segunda  rebanada  y  empezó  a  comérsela  lentamente.  La
      margarina no era mala. Si no lo hubiera sabido, puede que no hubiera notado la
      diferencia con la mantequilla.
        —Señorita Honey —inquirió repentinamente—, ¿le pagan poco en la escuela?
        La señorita Honey levantó de inmediato la vista.
        —No, no —dijo—. Me pagan lo mismo que a los demás.
        —Pues  entonces,  si  usted  es  tan  pobre,  debe  de  ser  muy  poco  —supuso
      Matilda—. ¿Viven así todos los profesores, sin muebles, cocina ni cuarto de baño?
        —No  —contestó  la  señorita  Honey,  un  poco  desconcertada—.  Da  la
      casualidad de que yo soy la excepción.
        —Supongo, entonces, que lo que pasa es que a usted le gusta vivir de forma
      muy sencilla —dijo Matilda, tratando de sonsacarle un poco más—. La limpieza
      de la casa debe de ser mucho más fácil y no tiene muebles que encerar ni todos
      esos  objetos  estúpidos  a  los  que  hay  que  quitar  el  polvo  todos  los  días.  Y  me
      figuro que, si no tiene usted frigorífico, se evita tener que comprar toda clase de
      cosas, como huevos y mayonesa y helados con que llenarlo. Debe evitarse un
      montón de compras.
        Matilda  notó  en  ese  momento  que  el  rostro  de  la  señorita  Honey  se  había
      vuelto tenso y su mirada extraña. El cuerpo se le había tornado rígido. Se le había
      encorvado la  espalda,  tenía  los labios  fuertemente  apretados  y  estaba sentada,
      sujetando su taza de té con ambas manos, con la mirada baja fija en ella, como
      buscando la forma de contestar aquellas preguntas no tan inocentes.
        Sintió un silencio largo y embarazoso. En el transcurso de treinta segundos, el
      ambiente de la diminuta habitación había cambiado completamente y ahora se
      respiraba incomodidad y secreto.
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