Page 127 - Matilda
P. 127
—Siento haberle preguntado eso, señorita Honey —dijo Matilda—. No es de
mi incumbencia.
La señorita Honey pareció reanimarse de repente. Sacudió los hombros y
dejó cuidadosamente su taza en la bandeja.
—¿Por qué no ibas a preguntarlo? —dijo—. Tenías que acabar preguntándolo.
Eres demasiado despierta para no haber sentido curiosidad. Quizá yo misma
deseaba que me preguntaras. Después de todo, puede que sea por eso por lo que
te invité a venir. Por cierto que eres la primera visita que viene a esta casa desde
que me trasladé a ella hace dos años.
Matilda no dijo nada. Notaba la creciente tensión que reinaba en la
habitación.
—Eres tan inteligente para tus años, querida —prosiguió diciendo la señorita
Honey—, que eso es lo que me asombra. Aunque pareces una niña, no lo eres,
porque tu mentalidad y tu capacidad de razonamiento parecen los de una persona
completamente desarrollada. Así que supongo que podríamos llamarte una niña
adulta, si comprendes lo que quiero decir.
Matilda siguió sin decir nada. Esperaba lo que tenía que ir a continuación.
—Hasta ahora —prosiguió la señorita Honey—, me ha resultado imposible
hablar con nadie de mis problemas. No podía soportar la vergüenza y, en
cualquier caso, me falta valor. El valor que pudiera tener me lo quitaron cuando
era joven. Pero ahora, de repente, siento un deseo desesperado de contárselo
todo a alguien. Sé que sólo eres una cría, pero tú tienes una especie de magia. Lo
he comprobado con mis propios ojos.
Matilda se puso en guardia. La voz que escuchaba estaba pidiendo ayuda. Era
más que probable. Era seguro.
La voz volvió a hablar.
—Toma un poco más de té —dijo—. Aún queda algo.