Page 132 - Matilda
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—Fue duro —dijo la señorita Honey—, pero me mentalicé para hacerlo. Una
      noche, después de que hube preparado su cena, subí al piso superior, guardé las
      pocas cosas que poseía en una caja de cartón, bajé y le comuniqué que me iba.
      « He alquilado una casa» , dije. Mi tía se enfureció. « ¡Alquilar una casa!» , gritó.
      « ¿Cómo  puedes  alquilar  una  casa  cuando  todo  lo  que  tienes  es  una  libra  a  la
      semana?» .












        « Lo he hecho» , dije.
        « ¿Y cómo vas a comprar comida?» .
        « Ya me las arreglaré» , murmuré y me fui.
        —¡Bien hecho! —exclamó Matilda—. ¡Al fin era libre!
        —Al  fin  fui  libre  —dijo  la  señorita  Honey—.  No  puedo  explicarte  lo
      maravilloso que resultó.
        —Pero  ¿realmente  se  las  ha  arreglado  para  vivir  aquí  con  una  libra  a  la
      semana durante dos años?
        —Claro que sí —dijo la señorita Honey—. Pago diez peniques de alquiler y
      con  el  resto  me  alcanza  para  comprar  petróleo  para  el  hornillo  y  un  poco  de
      leche y té, pan y margarina. Eso es todo lo que de verdad necesito. Como ya te
      he dicho, me doy una buena comilona en el almuerzo en la escuela.
        Matilda la miró. ¡Qué cosa tan valiente había hecho la señorita Honey! De
      pronto, se convirtió en una heroína para ella.
        —¿No es esto terriblemente frío en invierno? —preguntó.
        —Tengo mi hornillo de petróleo —dijo la señorita Honey—. Te sorprendería
      ver lo calentito que se está aquí dentro.
        —¿Tiene usted cama, señorita Honey?
        —No  exactamente  —dijo  la  señorita  Honey,  volviendo  a  sonreír—,  pero
      dicen que es muy sano dormir sobre una superficie dura.
        Matilda se hizo cargo de la situación con absoluta claridad. La señorita Honey
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