Page 129 - Matilda
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—Eso  pareció  —dijo  la  señorita  Honey—.  Pero  quién  puede  saberlo  —se
      encogió de hombros, se volvió y miró fuera, a través de la diminuta ventana.












        —Sé lo que está usted pensando —dijo Matilda—. Piensa que lo asesinó su tía
      e hizo que pareciera como si lo hubiera hecho él.
        —No estoy pensando nada —dijo la señorita Honey—. No deben pensarse
      esas cosas sin tener pruebas.
        La  pequeña  habitación  quedó  en  silencio.  Matilda  notó  que  las  manos  que
      sujetaban la taza temblaban ligeramente.
        —¿Qué pasó después de eso? —preguntó—. ¿Qué pasó cuando la dejaron sola
      con su tía? ¿No se portó bien con usted?
        —¿Bien? —dijo la señorita Honey—. Era un demonio. En cuanto desapareció
      mi padre se convirtió en un verdadero horror. Mi vida fue una pesadilla.
        —¿Qué le hizo a usted? —preguntó Matilda.
        —No  me  gusta  hablar  de  eso  —dijo  la  señorita  Honey—.  Es  demasiado
      horrible. Pero ella me aterrorizaba tanto que me ponía a temblar cuando entraba
      en la habitación donde yo estaba. Debes comprender que yo no he tenido nunca
      un carácter fuerte como el tuyo. Yo estaba siempre asustada y retraída.
        —¿No tenía usted otros parientes? —preguntó Matilda—. ¿Tíos, tías o abuelos
      que vinieran a verla?
        —Ninguno que yo conociera —dijo la señora Honey—. Todos habían muerto
      o se habían ido a Australia.
        —Así  que  usted  creció  sola  en  esa  casa  con  su  tía  —dijo  Matilda—.  Pero
      usted tuvo que ir a la escuela.
        —Por supuesto —dijo la señorita Honey—. Fui a la misma escuela a la que tú
      vas  ahora.  Pero  vivía  en  casa  —hizo  una  pausa  y  contempló  su  taza  vacía—.
      Creo que lo que estaba intentando explicarte es que, con el transcurso de los años,
      me volví tan cobarde y me encontraba tan dominada por ese monstruo de tía,
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