Page 135 - Matilda
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llegaron ante la puerta de la casa de Matilda, dijo la señorita Honey:
—Harías bien en olvidar todo lo que te he dicho esta tarde.
—No le voy a prometer eso —dijo Matilda—, pero sí que no hablaré de ello
con nadie, ni siquiera con usted.
—Creo que eso sería lo más sensato —aprobó la señorita Honey.
—Sin embargo, no le prometo que vaya a dejar de pensar en ello, señorita
Honey —dijo Matilda—. He estado pensando en ello durante todo el camino
desde su casa y se me ha ocurrido una idea.
—No deberías hacer nada —dijo la señorita Honey—. Olvídalo, por favor.
—Me gustaría hacerle tres últimas preguntas antes de dejar de hablar de ello
—dijo Matilda—. ¿Las va a contestar, señorita Honey?
La profesora sonrió. Era extraordinario, pensó, cómo se hacía cargo de sus
problemas aquella mocosa y, además, con qué autoridad.
—Bien —dijo—, eso depende de las preguntas.
—La primera es ésta —dijo Matilda—: ¿Cómo llamaba la señorita Trunchbull
a su padre?
—Estoy segura de que le llamaba Magnus —dijo la señorita Honey—. Ése
era su nombre de pila.
—¿Y cómo llamaba su padre a la señorita Trunchbull?
—Se llama Agatha. Supongo que la llamaría así.
—Y por último —dijo Matilda—, ¿cómo la llamaban a usted su padre y la