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diaria del Sol; y un triquetrum ( capítulo XV;  Libro IV),  empleado
                    en medidas de paralaje, del que detalla su construcción. Además,
                    en el capítulo X del Libro I, alude a un tipo de sextante que ha de
                    utilizarse para llevar a cabo las medidas que cita sobre Marte en
                    las proximidades de su co:rtjunción.
                        En ese año de 1515, estando en Frombork, comenzaría a es-
                    cribir su obra fundamental. Al trasladarse a Olsztyn, a pesar de sus
                    muchas labores de diversa índole, continuó sin pausa con su re-
                    dacción. Fue allí donde concluyó el primer volumen en 1519.
                        A partir de ese momento, Nicolás Copérnico fue terminando,
                    tomo a tomo, su gran obra De revolutionibus. Se trataba de una
                    tarea difícil si tenemos en cuenta la gran actividad desplegada
                    por él entre los años 1520 y 1530 en el cumplimiento de sus fun-
                    ciones como canónigo. Fueron muy importantes para él el apoyo
                    y los ánimos de Tiedemann Giese,  canónigo de Warmia y que
                    posteriormente, tras la muerte de Copérnico, llegaría a ser obispo
                    de dicha diócesis. Se cree que entre ambos existía algún paren-
                    tesco, y se habían frecuentado durante la estancia de Copérnico
                    en Roma en el año jubilar.
                        Sin embargo, basta leer sus palabras sobre astronomía en la
                    introducción para comprender el entusiasmo de Copérnico por su
                    trabajo y por la ciencia que tanto le apasionaba:


                        Entre las numerosas y diversas artes y ciencias que despiertan nues-
                        tra afición y sirven de alimento a las mentes humanas, conviene
                        dedicarse sobre todo, según mi parecer, a las que[ ... ] se cuentan
                        entre las más bellas y dignas de conocimiento y que se ocupan de las
                        maravillosas revoluciones y trayectorias de los astros del universo,
                        de sus tamaños y distancias, de sus salidas y puestas, y también de
                        las causas de todos los fenómenos del cielo, que, finalmente, explican
                        todo el sistema del mundo. Pues ¿hay acaso algo más hermoso que
                        este cielo que abarca todo lo bello?

                        No parece que alguien tan entusiasta precisara de un apoyo
                    externo para entregarse a  resolver un problema que le apasio-
                    naba; ni siquiera teniendo que atender a tantos aspectos diferen-
                    tes como los que le exigían sus labores eclesiales y administrativas.





         108        EL GIRO COPERNICANO
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