Page 114 - 14 Copernico
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Roma en las que presentó los fundamentos de la teoría coperni-
                      cana. Impresionado por esta presentación, el arzobispo de Capua,
                      cardenal Nikolaus von Schonberg, se puso en contacto epistolar
                      en 1536 con Copérnico. En su primera misiva le expresaba su ad-
                      miración por sus conocimientos sobre los astrónomos clásicos y
                      por la nueva cosmología que había formulado. Le urgía a detallar
                      sus descubrimientos a otros estudiosos del terna y le pedía que le
                      hiciera llegar sus escritos. Algo  similar hizo Tiedernann Giese,
                      obispo de Chelrnno y,  corno sabernos, amigo personal del astró-
                      nomo torunés.
                          Desde que en 1523 hubiera sido nombrado obispo de Warrnia
                      su viejo conocido Maurycy Ferber, su posición siempre fue  de
                      cierto privilegio corno persona de confianza del príncipe-obispo.
                      Tras fallecer Ferber en el año 1537,  Copérnico fue  uno de los
                      candidatos que el cabildo presentó al rey.  Sin embargo, la elec-
                      ción recayó en el favorito del monarca, Jan Dantyszek, más cono-
                      cido corno Dantiscus.
                          El nuevo obispo había mostrado toda su vida ciertas veleida-
                      des científicas y había pretendido en repetidas ocasiones trabar
                      amistad  con  Copérnico.  Sin  embargo,  el  astrónomo  de  Torún
                      había respondido con frialdad a sus cartas, corno puede consta-
                      tarse en la correspondencia que se conserva. Al asumir el poder,
                      este distanciamiento entre ambos debió de pasarle factura a Nico-
                      lás y pudo haber sido causa de un feo asunto personal que ensom-
                      breció la tranquila vida del canónigo en sus últimos días.





                      UN LIBRO EN  EL LIMBO

                      Con su obra capital ya terminada y las noticias nebulosas que cir-
                      culaban sobre ella, es dado preguntarse: ¿a qué esperaba Copér-
                      nico para darla a la imprenta? ¿Qué le infundía dudas o temor?
                      Podernos cortjeturar que existían dos tipos de razones que le refre-
                      naban. Unas, sin duda, eran de orden científico. ¡Cómo una teoría
                      aceptada por tantos astrónomos podía ser refutada por un oscuro
                      canónigo recluido en Frornbork, en los confines de Europa!





           114        EL GIRO COPERNICANO
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