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a su disposición. La otra razón hay que buscarla probablemente en
                      su fe y su prudencia. Consciente de dinamitar una visión del mundo
                      soportada tanto por astrónomos clásicos, a los que admiraba y res-
                      petaba, como por su propia Iglesia, el hecho de cambiar tan radi-
                      calmente unos principios que se anclaban incluso en concepciones
                      religiosas debió de tenerlo muy preocupado. Se trataba de conci-
                      liar, si era posible, lo que la razón le mostraba con la doctrina de
                      Roma. Y en este punto nos es dado especular con que, conocedor
                      de la dureza de los mecanismos de la Inquisición -exacerbada por
                      la inquietud frente a la Reforma luterana-, Copérnico quisiera dar
                      a sus argumentaciones la solidez y la rotundidad precisas para no
                      enfrentarse a aquellos con las manos desnudas.
                          No andaba errado en lo que se refiere a los riesgos que corría.
                      El desacuerdo entre ciencia moderna y creencias religiosas estaba
                      servido. En cualquier caso, lo que sí parece seguro es que el sabio
                      polaco era consciente de que su visión revolucionaría la ciencia.
                      Quizá no hasta el punto en que de verdad lo hizo, ya que era difícil
                      imaginar el piélago de consecuencias que el cambio de paradigma
                      que propugnaba ha llegado a tener. Un modesto clérigo en un lugar
                      apartado, periférico y fronterizo de Europa agitó los cimientos del
                      conocimiento científico y abrió la puerta a la ciencia moderna
                          Sobre las consecuencias de su obra científica en la evolución
                      de la astronomía en particular y de la ciencia en general se ha es-
                      crito mucho. Baste con recordar que los trabajos de Galileo o de
                      Kepler solo fueron posibles porque la teoría heliocéntrica había
                      sido concebida, formulada y demostrada previamente. Su modelo,
                      todavía vigente en lo  esencial, sentó las bases para la moderna
                      cosmología. Pero, sobre todo,  Copérnico significó el primer gran
                      triunfo de la verdad científica sobre las ideas preconcebidas. Re-
                      presentó la tenacidad del científico que, insatisfecho por la no con-
                      cordancia  entre  los  datos  experimentales  y  las  predicciones
                      teóricas, es capaz de ir más allá incluso de sus creencias.














          12          INTRODUCCIÓN
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