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En realidad, las diferencias entre el modelo de Ptolomeo y el
de Copérnico se reducen esencialmente al intercambio de papeles
entre la Tierra y el Sol y a la dinámica terrestre: se pasa de un
modelo geostático y casi geocéntrico a uno geodinámico y helio-
céntrico. En términos de complejidad, Copémico reduce un poco
el número de circunferencias necesarias para explicar las trayec-
torias astrales, pero conserva una complejidad intrínseca similar
a la del sistema ptolemaico. Si consideramos ambos modelos
desde la perspectiva de los cálculos que requieren, Copérnico eli-
minó los ecuantes pero refirió los movimientos de los planetas no
al Sol sino al centro de la órbita terrestre, lo que introdujo errores
significativos en las latitudes de los planetas, sobre todo en el caso
de Marte. Respecto a Mercurio, que fue tratado por Ptolomeo
como un caso singular, Copémico le dio el mismo tratamiento
aunque introduciendo algunas complicaciones adicionales.
Un hecho significativo es que los planetas interiores - «infe-
riores» en la terminología ptolemaica-, de acuerdo con los datos
que manejaba, debían alcanzar su mayor distancia angular res-
pecto al Sol cuando el sistema Sol-planeta-Tierra formase un de-
terminado ángulo, lo que es coherente con las posiciones de
máxima elongación de las que hemos hablado.
También hay que hacer notar las diferencias que pueden ob-
servarse en el modelo tal como se introduce en el Commentario-
lus y su versión definitiva, descrita en De revolutionibus. En
efecto, aunque ambos textos apuestan decididamente por el helio-
centrismo, en el Commentariolus la mecánica planetaria es sen-
siblemente más complicada: un planeta describe un primer
epiciclo, cuyo centro se mueve sobre un segundo epiciclo, cuyo
centro, a su vez, se mueve sobre una circunferencia deferente cen-
trada en el Sol. En cambio, en De revolutionibus la dinámica es
similar a la ptolemaica aunque con el intercambio de los papeles
del Sol y de la Tierra. Por otra parte, en el Commentariolus se
afirma que la excentricidad de la órbita terrestre posee siempre el
mismo valor y que la posición del apogeo solar no cambia res-
pecto a las estrellas fijas; en cambio, en De revolutionibus esto no
es así, pues según se nos dice en el texto, sus observaciones, lle-
vadas a cabo en 1515, le han obligado a dejar de lado esa idea.
128 EL GIRO COPERNICANO