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terrestre ( cap. 8). Su concepto de gravedad tiene poco que ver con
la gravitación universal de Newton, ya que es local y referida solo
a la Tierra.
En su esquema, la Tierra está sometida a tres movimientos
(cap. 9), cuya explicación considera con detalle en relación al Sol
(cap. 11): rotación sobre sí misma, traslación alrededor del Sol y
precesión de su eje de giro. En realidad, Copérnico llama a este
tercer movimiento declinación y lo supone opuesto al movimiento
anual y con el mismo período. Es decir, no lo llega a determinar
como lo conocemos hoy día, pero sí lo hace responsable de que el
eje terrestre forme un ángulo fijo con la eclíptica a lo largo del año
y, por tanto, el Sol vea al eje terrestre con distinta inclinación
según la estación. Con todo, el capítulo clave es el 10, donde se
expone que el Sol es el centro del cosmos, contra toda apariencia,
justificando esta idea y repitiendo el orden de las órbitas que ya
había introducido en el Commentariolus. La Luna aparece aquí
vinculada a la Tierra.
Copémico, en esas primera páginas del primer Libro, rompía
con la concepción geostática y abandonaba también el geocen-
trismo. Pero no se había desligado por completo de las ideas clá-
sicas y mantenía ciertos conceptos preconcebidos que no le
habían sido sugeridos por sus observaciones. En efecto, la esfera
y la circunferencia continuaban teniendo un valor absoluto. Creía,
igualmente, que la velocidad a la que se mueven los astros tenía
que ser uniforme, sobre la base de la tradición filosófica. Final-
mente, para él seguían teniendo existencia las esferas cristalinas
de Aristóteles y vinculaba el eje de la Tierra rígidamente a una
esfera centrada en el Sol. Si esto fuera cierto, el eje de rotación
terrestre debería mantener la misma inclinación con respecto al
Sol, por lo que no se podrían explicar las estaciones. De ahí ese
tercer movimiento que introdujo, basándose en las ideas de «tre-
pidación» de Ibn-Qurra.
En este sentido, no es de extrañar que algunos autores ac-
tuales señalen que Copémico se encuentra en la frontera entre
la ciencia clásica y la moderna. Sus contribuciones dan lugar a la
aparición del pensamiento moderno, aunque la naturaleza de
aquellas esté más en la elección que en el descubrimiento. Copér-
126 EL GIRO COPERNICANO