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unir el enunciado de sus tres leyes,  capitales para describir las
                    trayectorias y que perfeccionaban la concepción copernicana.
                        La nueva astronomía de Kepler fue  ganando adeptos lenta-
                    mente entre los científicos. La publicación de sus Tablas rudolfinas
                    en 1627, que pronto se mostraron mucho más precisas que las ba-
                    sadas en los trabajos de Ptolomeo o Copérnico, significó el defini-
                    tivo espaldarazo del modelo heliocéntrico modificado. Al observar
                    desde París, el 7 de noviembre de  1631,  el tránsito de Mercurio
                    sobre el Sol,  predicho meses antes por Kepler,  Pierre Gassendi
                    (1592-1655) estableció que el error de las predicciones basadas en
                    las Tablas rudolfinas había sido de solo 14', mientras que las Tablas
                    aljonsíes daban un error de 4° 25' y las Tablas prusianas de 5°.
                    Esto aceleró la aceptación del modelo kepleriano en toda Europa
                        En torno a la teoría de Copérnico se ha ido así conformando
                    la física moderna. Los conceptos de cinemática, dinámica y gra-
                    vitación emergieron y se consolidaron para explicar y predecir las
                    interacciones celestes y los movimientos en la Tierra. Debemos
                    mencionar aquí el trabajo de numerosos científicos que pavimen-
                    taron el camino hacia la física actual: Giovanni B. Benedetti (1530-
                    1590), William Gilbert (1544-1603), Galileo, Descartes (1596-1650),
                    Giovanni  A.  Borreli  (1608-1679),  Christiaan  Huygens,  Robert
                    Hooke (1635-1703) e Isaac Newton (1642-1727).
                        Es precisamente Newton quien, siguiendo a Galileo y Kepler,
                    formuló la síntesis definitiva entre la mecánica celeste y la terres-
                    tre en su Philosophiae naturalis principia mathematica (1687).
                    Su trabajo merece ser considerado como el colofón a las ideas de
                    Aristarco, Copérnico, Galileo y Kepler, al explicar de manera uni-
                    ficada los fenómenos mecánicos que se observan 'en el universo.
                        En los siglos xvn a XIX, la investigación relacionada se orientó a
                    buscar pruebas sobre la existencia de tales movimientos celestes.
                    Cabe citar a Jean Richer (1630-1696), James Bradley (1693-1762),
                    Giovanni Guglielmini (1763-1817), Friedrich W. Bessel (1784-1846),
                    Friedrich G.W. von Struve (1793-1864), Thomas Henderson (1798-
                    1844) y J.-B. Foucault (1819-1868). Laf'isicamodernahaido perfec- •
                    donando algunos detalles del modelo copernicano sin cuestionar
                    su validez. El estudio relativista del movimiento de Mercurio, por
                    ejemplo, ha resuelto las dificultades que este planteaba.





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