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LA ASTRONOMÍA Y LA MEDIDA DEL TIEMPO
Entre esos mecanismos que el adolescente Copérnico empezaba
a conocer, uno de los primeros debió de ser la relación entre los
movimientos que se daban en los cielos y el cómputo del tiempo.
No tiene nada de extraño, ya que, desde muy antiguo, el hombre
se ha sentido fascinado por la repetición periódica de ciertos
eventos y por su carácter dual: la salida y la puesta del sol, el día
y la noche, el invierno y el verano; así como por la aparición en el
cielo de ciertos fenómenos aparentemente impredecibles, como
los eclipses. Por otra parte, esa repetición periódica debió de lle-
var al Hamo sapiens, en momentos muy tempranos de su evolu-
ción, a intentar medir el tiempo por razones prácticas. De hecho,
la complejidad de su organización social estuvo quizá vinculada a
ello; por ejemplo, la predicción de la naturaleza cíclica de las es-
taciones entronca con aspectos que debieron de condicionar el
nacimiento de la agricultura y, por ende, el abandono del noma-
dismo. Por eso no es arriesgado declarar que la astronomía es
posiblemente una de las ramas más antiguas de la ciencia, muy
vinculada desde sus orígenes con todo tipo de predicciones, unas
de carácter «natural» y otras que entran en lo que podríamos lla-
mar «artes adivinatorias».
La observación del cielo permitió confirmar la repetición de
las estaciones o ayudar a la orientación. Pero la simple.observa-
ción no era suficiente; el uso de las matemáticas hizo posible aña-
dir un elemento cuantitativo que debe considerarse como el inicio
de una verdadera ciencia astronómica. Desde hace cinco mil años
está confirmada la existencia de calendarios que reflejan, con
mayor o menor precisión, la sucesión temporal; se sabe que ya en
la I dinastía egipcia se disponía de un calendario de carácter solar-
lunar, que fijaba el inicio del año a partir de la reaparición de Sirio
en el horizonte antes de la gran inundación anual.
Aunque probablemente el origen de los primeros calendarios
haya que buscarlo en la necesidad de organizar el tiempo tanto
de las fiestas comunes como de los trabajos con propósito reli-
gioso, administrativo o comercial -lo que no requiere una gran
precisión-, la curiosidad científica llevó pronto a idear procedi-
22 PRIMEROS AÑOS: LAS IDEAS CLÁSICAS