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LOS ESTUDIOS EN CRACOVIA

         Está documentalmente confirmado que Copérnico aprobó el exa-
         men de ingreso en la Academia de Cracovia, ocupando un lugar
         intermedio entre los sesenta y nueve aspirantes admitidos en el
         año 1491, hecho que quedó registrado en el Album Studiosorum
         de la universidad. Allí se matriculó en la Facultad de Artes Libe-
         rales,  en la que se seguían cursos relacionados con lo que hoy
         llamaríamos  «disciplinas científicas»,  dado  que  dejaban fuera
         aquellas materias expresamente relacionadas con los estudios
         teológicos.
             En ese momento,  el plantel de profesores de la Academia
         tenía poco que envidiar, tanto en cantidad como en calidad, a las
         grandes universidades de la Europa occidental. El curso comen-
         zaba en octubre y estaba organizado en dos semestres. En gene-
         ral, la jornada de mañana se dedicaba a las clases teóricas y la de
         tarde a discusiones sobre temas preestablecidos y normalmente
         orientados por alumnos de cursos superiores.
             Nicolás  acudió  a  la universidad  con su hermano Andrés.
         Ambos jóvenes debieron de quedar fascinados por aquella atrac-
         tiva ciudad que era Cracovia, capital del reino, en la que la Aca-
         demia era mimada por la familia real y los burgueses ricos. La
         universidad, con un alumnado de más de dos mil estudiantes, era
         equiparable a la de cualquier 'institución de su clase €n Europa.
         La Academia de Cracovia puede considerarse uno de los focos
         principales de irradiación del pensamiento renacentista. Son nu-
         merosas las citas que elogian la labor de esta universidad y su
         papel en la construcción de la nueva cultura que brotaba impara-
         ble  e  iba a  cambiar el panorama europeo.  El propio Erasmo,
         amigo de dos obispos de Cracovia, no dudó en alabar el trabajo
         que allí se realizaba.
             Más aún, la universidad parecía implicarse en los problemas
         de la sociedad en la que se incardinaba. Así, su rector recibió el
         encargo del rey de ser quien defendiera ante la Santa Sede, en la
         dieta de 1415,  los argumentos contra la Orden Teutónica. Y es
         interesante señalar que, un siglo antes de que Bartolomé de las
         Casas clamara contra quien pretendía imponer a los indios ame-






                                            PRIMEROS AÑOS: LAS  IDEAS CLÁSICAS   25
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