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por causas gravitatorias, Fue un ejercicio a contrarreloj, donde
        Einstein se limitó a extraer soluciones aproximadas.
           Su teoría pronto atrajo la atención de los extraños y dejó de
       ser el juguete de un solo físico.  El primero en proporcionar una
       solución exacta fue un astrónomo, Karl Schwarzschild (1873-1916),
        que distrajo así los.horrores del frente ruso adonde lo había con-
        ducido su fervor patriótico. Schwarzschild llevaba la astronomía
        en la sangre: publicó su primer artículo, sobre la órbita de las es-
       trellas dobles, con dieciséis años, siendo todavía un estudiante de
       secundaria. Tres días antes de celebrar la Navidad de 1915, escribía
       a Einstein para mostrarle sus propios cálculos sobre las anomalías
        en la órbita de Mercurio:  « Ya ve, a pesar del fuego cerrado de los
        cañones, la guerra me trata con suficiente clemencia para permitir
       que me evada de todo esto y dean1bule por la tie1Ta de sus ideas».
           Schwarzschild trató de plasmar en detalle la versión relati-
       vista de una estrella. Por simplicidad, la consideró esférica y está-
       tica. Primero calculó la curvatura espaciotemporal en la vecindad
       del cuerpo celeste, y después se lanzó a escudriñar matemática-
       mente su interior. Logró delimitar la distorsión que introducía la
       masa estelar en el tejido del espacio-tiempo. Advirtió que el tiem-
       po fluye  más despacio a medida que uno se aproxima a ella, es
       decir, a medida que aumenta la intensidad de su can1po gravitato-
       _rio, una tendencia que se mantiene después de atravesar la super-
       ficie y dirigirnos al centro. Una manifestación observable de este
       fenómeno es que la luz que emite la estrella sufre lo que se conoce
       como un desplazamiento hacia el rojo.
           Al  estudiar la materia, se encuentra que la actividad de sus
       electrones genera radiación electromagnética en forma de ondas
       de diversas longitudes. Igual que la luz del Sol se rompe en los
       colores del arcoíris, es posible analizar una radiación cualquiera
       y desplegar sus componentes. Con un aparato se puede imprimir
       la huella lunlinosa de la materia y su registro es lo que se conoce
       como espectro. Gracias a los espectros atómicos podemos deter-
       minar la composición de una estrella analizando la luz que nos
       llega de ella.
           Las  ecuaciones de  Schwarzschild señalaban que,  para un
       átomo situado en la superficie de una estrella, el tiempo transcurre






                                                  LAS ESCALAS DEL MUNDO     133
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