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Epílogo












         El siglo XIX termina, por lo que a la geometría se refiere, con el
        texto paradigmático del genial matemático prusiano David Hil-
        bert, «Fundamentos de la geometría» ( «Grundlagen der Geome-
        trie» ). Con dicha obra se cierra, aun cuando pueda parecer que se
         consolida, una forma de hacer y entender la matemática. Hilbert
         «axiomatizó» la geometría euclídea, pero lo hizo sin necesidad
        de recurrir a la intuición geométrica. Como gustaba de decir al
        autor:

            Deberiamos ser capaces de leer mesas, sillas y jarras de cerveza en
            lugar de puntos, líneas rectas y planos.

            La diferencia entre ambos textos,  el euclídeo y el  «hilber-
        tiano», radica en el recurso a la intuición y a la figura que subyace
        al primero y que el segundo quiere erradicar. Para ello, Hilbert se
        apoya en un formalismo estricto: los axiomas establecen los ligá-
        menes entre los objetos geométricos (los cuales no requieren de
        definiciones adicionales a los axiomas mismos) y a partir de ellos
        y mediante las herramientas que proporciona la lógica formal,  se
        establecen los teoremas. La necesaria consistencia de una teoría
        desarrollada de esta forma -la imposibilidad de deducir una sen-
        tencia y su negación, requisito en el que basa la reducción al ab-
        surdo- impone, según Hilbert, la existencia de los objetos geomé-






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