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UNA NUEVA TEORÍA


                    Ya en su despacho de Londres, Maxwell no pudo esperar: con los
                    mejores datos experimentales a su alcance, calculó que sus ondas
                    electromagnéticas viajaban a una velocidad de 310 740 km/s.  El
                    francés Fizeau había medido la velocidad de la luz en el aire y ob-
                    tenido 314850.km/s. Ambas cantidades eran demasiado parecidas
                    para ser una coincidencia: la luz debía ser una onda electromag-
                    nética.
                        Maxwell decidió ampliar su artículo «On Physical Lines of
                    Force» con dos partes nuevas, que aparecieron en 1862. En la ter-
                    cera se ocuparía de la electrostática e introduciría la corriente de
                    desplazamiento y las ondas electromagnéticas. En la cuarta usaría
                    su modelo para explicar el fenómeno  descubierto por Faraday
                    de cómo la luz cambia su plano de vibración (su polarización) al
                    atravesar un campo magnético.
                        Propuesto como una teoría física a las líneas de fuerza de Fa-
                    raday, el modelo de los vórtices moleculares había evolucionado
                    de filamentos en un fluido, a celdas en rotación, y de ahí a celdas
                    elásticas. En uno de los más sorprendentes resultados de la histo-
                    ria de la física, la hipótesis de los vórtices demostró ser de lo más
                    productiva. En este caso, el empeño de Maxwell por idear analo-
                    gías físicas de los fenómenos naturales le había resultado mucho
                    más provechoso que en el caso de la teoría cinética de los gases.
                    Únicamente había una cuestión bastante molesta, aunque era de
                    índole filosófica:  la validez general de estos resultados estaba li-
                    gada a un modelo mecánico del éter. Y esto no le gustaba nada.
                        Ya en diciembre de 1861, antes de que publicara las dos partes
                    finales del artículo, Maxwell escribió a un amigo de Cambridge:


                        [ ... ] estoy intentando encontrar una expresión matemática exacta
                        para todo lo que es conocido sobre electromagnetismo sin la ayuda
                        de hipótesis.

                        En el artículo había considerado que la «hipótesis de los vór-
                    tices» era «probable», pero el modelo del éter con celdas en ro-
                    tación y partículas-cojinetes era muy «incómodo», «una hipótesis






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