Page 151 - 25 Maxwell
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quedaba reflejada en el modelo como una elasticidad variable de
         las celdas: a mayor susceptibilidad, más elásticas se vuelven las
         celdas y esta corriente de desplazamiento se hará mayor.
            Maxwell  acababa  de  predecir  un  fenómeno  totalmente
        nuevo: que podían medirse pequeñas corrientes eléctricas en ais-
        lantes, e incluso en el espacio vacío. Este nuevo tipo de corriente
         aparecería si el campo eléctrico variaba, y lo llamó «corriente de
         desplazamiento».


                 «Bienaventurado es el hombre que puede reconocer en el
               trabajo de hoy una porción conectada de la obra de la vida
                    y una forma de realización de la obra de la eternidad.»

                                                            -  JAMES  CLERK  MAxWELL.

            Al introducir este concepto en las ecuaciones, todo empezaba
        a tener un aspecto magnífico. Pero aún faltaba algo más por lle-
        gar.  Todo material elástico tiene la capacidad de transmitir un
        movimiento ondulatorio,  como sucede en el agua de un estan-
        que cuando se tira una piedra. En su modelo, una minúscula per-
        turbación en una columna de sus «cojinetes» haría vibrar a las
        celdas contiguas, lo que generaría una perturbación en el campo
        magnético a lo largo de los ejes de rotación de las celdas. ¿Qué
        quería decir todo esto? Que toda perturbación en el campo eléc-
        trico provocaba una similar en el magnético,  y viceversa.  Las
        ondas provocadas por cualquier tipo de perturbación en uno de
        los campos se transmitirían en ambos: estamos ante ondas elec-
        tromagnéticas.  Es más, se trataba de ondas transversales,  esto
        es, que la vibración se verificaba en la dirección perpendicular a
        la de propagación de la perturbación. ¿Había algún tipo de onda
        transversal conocida que, además, estuviera relacionada con los
        fenómenos electromagnéticos? ¡Por supuesto que la había! ¡Era la
        luz!  Maxwell debía calcular la velocidad a la que se desplazaban
        sus ondas electromagnéticas y compararla con la de la luz.  Por
        desgracia,  eso no podía hacerlo en Glenlair, pues había dejado
        todos sus libros de referencia con los datos que necesitaba en
        Londres: cuando regresara en octubre se pondría a ello.






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