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las magnitudes relevantes empezaban a depender del tiempo. En
este caso, su analogía era totalmente inútil.
Ante sí solan1ente tenía dos opciones: abandonar el camino
marcado por Faraday y volver a la misteriosa acción a distancia,
o ir más allá de la pura analogía e imaginar un modelo mecánico
para el campo electromagnético, un mecanismo que se compor-
tara exactamente igual que la realidad. Ese modelo debía dar
cuenta de los cuatro efectos conocidos hasta la fecha: las fuerzas
entre cargas eléctricas en reposo, las fuerzas entre polos mag-
néticos, el campo magnético que crea una corriente circular y la
corriente eléctrica que crea un campo magnético cambiante en
una espira. Esta vez, su objetivo no era encontrar una alegoría,
sino un modelo físico como el que había descrito en «Illustrations
on the Dynamical Theory of Gases». Y su inspiración llegó, otra
vez, de la mano de Thomson.
REMOLINOS MOLECULARES
Thomson había intentado explicar cierto fenómeno descubierto
por Faraday, donde un campo electromagnético influía en las
características de la luz ( el llamado «efecto magneto-óptico»),
diciendo que las líneas de fuerza de Faraday eran ejes de rota-
ción del éter, ese fluido sutil que se creía llenaba el espacio. Las
vibraciones que se suponía constituían la luz interactuaban con
este movimiento circular de los elementos del éter cuyo eje era
paralelo al campo magnético.
Este planteamiento despertó el interés de Maxwell y en no-
viembre de 1857 escribió a Faraday explicando que pretendía en-
contrar una generalización de la teoría de Thomson que le llevara
a «una posible confinnación de la naturaleza física de las líneas de
fuerza magnéticas». Así comenzó su búsqueda de lo que llamaría
la teoría de los vórtices moleculares. En enero de 1858 escribió a
Thomson que estaba convencido de que el «magnetismo consiste
en la revolución o rotación de algún tipo de material», y continuó
describiendo el diseño de un experimento con un imán en rotación
146 UNIVERSO ELÉCTRICO