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Y terminó su clase con un párrafo extrañamente profético:

            Al final de todo tenemos las ciencias Eléctricas y Magnéticas, que
            tratan de ciertos fenómenos de atracción, calor, luz y acción quími-
            ca, dependiendo de las condiciones de la materia, y de la cual solo
            poseemos un conocimiento parcial y provisional. Se han recogido
            una inmensa cantidad de hechos que deben ser reducidos a un orden
            y expresados como resultados de una cierta cantidad de leyes expe-
            rimentales, pero la forma bajo la que estas leyes deben aparecer,
            deducidas de principios centrales, es algo todavía incierto. La gene-
            ración actual no tiene derecho a quejarse de que ya se han hecho los
            grandes descubrimientos, como si no hubiera nada más que investi-
            gar. En realidad, solo han ampliado la frontera de la ciencia.

            De este modo, Maxwell criticaba a todos aquellos que creían
        que quedaba ya muy poco por saber de la naturaleza. Cuatro años
        más tarde, él mismo iba a demostrar que no era así,  al formular
        una de las teorías más importantes de toda la física.
            Y comenzó el curso. La cara lectiva en el King's era un poco
        menor que en Aberdeen, pero el período académico duraba dos
        meses más. También debía impartir clases vespertinas para los
        trabajadores todas las semanas, algo que estaba incluido entre
        las obligaciones de los profesores del college.Vna semana antes
        de  cumplir treinta años,  Maxwell fue  elegido  miembro  de  la
        Royal Society en reconocimiento a su trabajo sobre la teoría de
        los colores y los anillos de Saturno.  De  este modo,  se le daba
        formalmente la bienvenida a este selecto grupo que componían
        los mejores científicos del Imperio británico. Pero algo todavía
        rondaba por su mente, una sensación de haber dejado un trabajo
        incompleto.
            Hacía cinco años que había publicado su trabajo sobre el elec-
        tromagnetismo y tenía la idea de que faltaba algo: había derivado
        todas las fórmulas que explicaban lo que sucedía con los campos
        eléctrico y magnético estáticos, y gracias a su analogía del flujo de
        calor también había conseguido introducir en ese esquema las co-
        rrientes eléctricas constantes en el tiempo. Pero quedaban fuera
        todos aquellos fenómenos en los que había algún cambio, cuando






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