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Maxwell, que había empezado a darse cuenta de que la noción de
las líneas de fuerza era mucho más que una idea, se trataba de una
teoria muy seria. El problema era por dónde empezar.
Por suerte, William Thomson, mientras era un estudiante
en la Universidad de Cambridge, había hecho un extraordinaiio
descubrimiento: las ecuaciones que describen la intensidad y la
dirección de la fuerza electrostática - la que aparece cuando se
enfrenta dos cargas que están en reposo y que es descrita por la
ley de Coulomb- tenían la misma forma matemática que las que
describen el ritmo y la dirección de un flujo estaciona.tia de calor a
través de un sólido. ¿No era una locura asociar una fuerza estática
con un flujo en movimiento? Por supuesto que sí, pero Maxwell
tenía más interés por conocer el verdadero funcionamiento de
la naturaleza que en labrarse una reputación. Así que, por muy
estrafalario que fuera, iba a explorar a dónde le llevaba esta idea.
James escribió en tono jocoso a Thomson que iba a «poner a po-
char tus conservas eléctricas».
James necesitaba de una potente analogía que le permitiera
entender mejor el problema de las líneas de fuerza. La que escogió
fue la de un fluido sin peso e incompresible que podía discurrir
por un medio poroso: las líneas de flujo representarian las líneas
de las fuerzas magnéticas o eléctricas, mientras que la porosidad
representaría las propiedades físicas de los materiales en juego.
Para Faraday, las líneas de fuerza eran algo así como tentácu-
los; Jan1es las convi1tió en un continuo, presentes en cada punto
del espacio, de forma que una mayor densidad de flujo significaba
que la fuerza eléctrica o magnética era más intensa. Siguiendo con
su analogía, si lo que hacía mover a un fluido eran las diferencias
de presión entre dos puntos - el viento sopla, por ejemplo, de las
zonas de alta presión a las de baja- y el flujo es proporcional al
gradiente de presiones, las diferencias de potencial eléctrico o
magnético debían ser proporcionales a la intensidad del campo.
Maxwell fue construyendo su analogía para dar cuenta de
todas las caracteristicas de la electrostática y de la magnetostá-
tica: las cargas positivas y negativas eran fuentes y sumideros del
campo eléctrico y los materiales con diferentes susceptibilidades
eléctricas o magnéticas medios de distinta porosidad. Todo iba
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