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nación que ocupa el tercio norte del Reino Unido y llamada, a la
sazón, Iglesia de Escocia. Pero con Maxwell, tales precauciones
resultaban fútiles. Su fe constituyó uno de los principios más im-
portantes que guiaron su vida y era fruto de una intensa reflexión
personal, con lo que dejaba muy poco margen a las imposiciones
doctrinales de una secta.
Otra de las personas preferidas de Maxwell era el hermano
mayor de su madre, su tío John. Abogado y juez, junto al padre
de James compartían su pasión por la tecnología. Un día llevó a
su sobrino a visitar a uno de los físicos ópticos más importantes
de entonces, William Nicol, que había inventado una manera de
polarizar la luz utilizando prismas cortando muy cuidadosamente
cristales de espato de Islandia. Tan bueno fue su trabajo que los
prismas hechos de este modo reciben el nombre de «prisma de
Nicol». James quedó tan impresionado por la visita que decidió
investigar la polarización de la luz por su cuenta. Maxwell también
visitaba con frecuencia a su prima Jemima en Glasgow. Estaba
casada con Hugh Blackburn, profesor de Matemáticas en la uni-
versidad muy amigo de uno de los grandes físicos de la época y
que se convertiría en el patriarca de la ciencia inglesa, William
Thomson. El profesor de Filosofía Natural vio en el joven James
un tremendo potencial y entre ellos se entabló una amistad que
duró toda la vida. Es más, él y Faraday fueron los dos científicos
que más influyeron en su vida científica.
Cada minuto de su vida lo tenía ocupado: leía, escribía car-
tas o trabajaba en su laboratorio. Su única diversión «frívola» era
jugar con el diábolo, cuya práctica continua lo convirtió en un
experto. No hay duda que quería convertirse en científico aunque
su padre pensaba que debía estudiar leyes. Para John, científico
no era ni siquiera una opción.
UN MATEMÁTICO PRECOZ 29