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dedicó mucho tiempo a mirar en el interior de los ojos de los pe-
rros y de las personas, aunque para convencer a estas últimas tuvo
que dejar que ellas miraran en el interior de los suyos primero.
Con los pies asentados en suelo firme, y con la ayuda de su
mujer - se casó, como veremos, en 1858--, pudo demostrar que
cuando se combinaba cualquier color espectral entre el rojo y el
verde, con una pequeña parte de azul, coincidía con una determi-
nada mezcla de rojo y verde. Del mismo modo, cualquier color
entre el verde y el violeta, mezclado con una pequeña cantidad de
rojo, podía ajustarse a una mezcla apropiada de verde y violeta.
De esta manera, pudo sustituir el círculo cromático de Newton
por una curva en su triángulo. Obviamente, la forma de esta curva
dependía del ojo del observador, pero Maxwell descubrió que
para la mayoría de la gente los resultados obtenidos en sus ojos y
los de su mujer se ajustaban bastante bien. Caso aparte era el de
aquellas personas con algún tipo de discromatopsia o ceguera a
algún color: si no veían el rojo, prácticamente todos los colores
encajaban con una mezcla de verde y violeta. En 1860, James pu-
blicó su último gran trabajo sobre el color, donde incluyó todos
estos resultados: «On the Theory of Compounds Colours».
El trabajo de Maxwell en la teoría del color había introdu-
cido medidas exquisitamente precisas y ecuaciones matemáticas,
lo que agradó profundamente al establishment científico de la
Universidad de Cambridge, especialmente a Stokes, que ocupaba
la prestigiosa cátedra lucasiana de matemáticas - la que había
ocupado el mismísimo Isaac Newton- , y del rector del Trinity,
Whewell. En junio de 1859 lo nominaron para la Royal Medal de
la Royal Society «por su teoría matemática de la composición
de colores, verificada por experimentos cuantitativos», lo que
constituía el reconocimiento público a la creación de una teoría
matemática basada en medidas cuantitativas. Pero no se la con-
cedieron. La que sí ganó fue la medalla Rumford ( especialmente
creada para estudios sobre la luz y el calor), conseguida el año
siguiente, justo cuando enviaba su artículo, no a la revista de la
Royal Society de Edimburgo, donde había publicado las inves-
tigaciones anteriores, sino a la de la Royal Society de Londres,
a petición del propio Stokes, secretario de la sociedad. De este
84 EL COLOR DEL CRISTAL CON QUE SE MIRA