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para analizar la radiación de cuerpo negro y dar el pistoletazo de
salida a la mecánica cuántica.
Se ha mencionado antes el uso de la hipótesis ergódica -el
supuesto de que una molécula pasa por todas las energías posi-
bles- y los problemas que esta ocasionaba. En su artículo de 1872
Boltzrnann la evitó usando un artilugio matemático muy novedoso
para la época: asumir que solo había un número finito de energías
posibles, lo que hoy en día se conoce corno «discretización». El
físico impuso que la energía de las moléculas en el gas solo pu-
diera tornar ciertos valores - múltiplos de un cierto número-,
para luego dar a un valor arbitrariamente pequeño, lo que volvería
el resultado más general. Así pues, para demostrar su ley usando la
energía en lugar de la velocidad, Boltzrnann discretizó la energía de
sus moléculas de forma que la energía total pudiera ser calculada
corno una suma. La discretización tenía dos funciones: por un lado,
simplificaba los cálculos; por el otro, al transformar las energías
posibles en un número finito, quedaba claro que, dado el suficiente
tiempo, las moléculas acabarían pasando por todas ellas.
La distribución de Boltzrnann aplicada al cuerpo negro daba
cuenta exacta de los resultados de Planck, que quedó instantá-
neamente convertido al atomismo. Poco después, Einstein expli-
caría el efecto fotoeléctrico, la creación de una corriente eléctrica
a partir de incidir luz sobre un metal, usando una hipótesis pa-
recida: asumió que la luz estaba compuesta de partículas cuya
energía no podía tornar cualquier valor, sino que también estaba
discretizada. La mecánica cuántica había nacido a la sombra del
padre de la física estadística.
El teorema H era un resultado de gran importancia y, corno tal,
fue mirado con lupa por el resto de la comunidad científica. Esto
reportó a Boltzrnann una reputación que no hizo sino aumentar a
lo largo de su vida pero, a la vez, un gran número de críticas a su
tratamiento probabilístico de la segunda ley. Una de las más po-
tentes fue la de su amigo Loschrnidt, exponiendo la paradoja de la
reversibilidad, que le obligó a reflexionar sobre su demostración
y sobre la naturaleza del tiempo. Fruto de esa reflexión nació su
último gran artículo, el de 1877, que contendría la fórmula que está
grabada en su tumba
64 EL CALOR DE LOS ÁTOMOS