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Entre las otras aficiones de Boltzmann se cuentan algunas
        sanas y otras no tan saludables. Le  gustaba patinar sobre hielo
        y nadar, deportes que practicaba a menudo para suplir el escaso
        ejercicio que hizo en su juventud, a lo que achacaba gran parte
        de sus problemas de salud. También le gustaba organizar fiestas
        que duraban hasta altas horas de la noche. Se sentía a gusto ejer-
        ciendo de anfitrión y entreteniendo a sus huéspedes con su fina
        ironía y su conversación, que podía versar sobre una gran varie-
        dad de temas además de la ciencia:  le encantaban la música y
        la literatura alemana, hasta el punto que dedicó sus Escritos po-
        pulares, una colección de piezas divulgativas, al poeta Friedrich
        Schiller (1759-1805).
            Sus catorce años en Graz fueron sin duda los más felices de
        su vida: llevaba una existencia relajada y disfrutaba de su fanulia.
        Su puesto de decano no le  ocupaba demasiado tiempo, ya que
        dejaba la mayoría de labores administrativas en manos del vice-
        decano. Él mismo confesó a Toepler que el matrimonio invitaba
        a la pereza mucho más de lo que esperaba. Años más tarde su
        sucesor en la cátedra, Leopold Pfaundler (1839-1920), comentaría
        que había heredado una leonera, lo que sugiere que Boltzmann no
        trabajó tan arduamente como en años anteriores.
            A pesar de eso publicó otros artículos in1portantes, entre los
        que destaca su demostración en 1884 de la ley de Stefan sobre la
        radiación de cuerpo negro.  De ella dijo Hendrik Antoon Lorentz
        (1853-1928), premio Nobel de Física en 1902, que era «la perla de
        la física teórica».
            Esta época feliz acabó en 1888, un año después de que Boltz-
        mann fuera nombrado rector de la universidad. Lo que empezó
        como una pequeña confusión respecto a su nombramiento como
        catedrático en Berlín derivó en una situación en extremo incó-.
        moda para Boltzmann, cuyos nervios acabarían destrozados. Esto
        se juntó con la muerte de su hijo Ludwig en 1889. Boltzmann entró
        en una depresión de la que saldría intermitentemente con sus pro-
        verbiales ataques de euforia, pero de la que nunca ya volvería a
        recuperarse y que terminó por causar su suicidio en 1906.








                                          PROBABILIDAD, DESORDEN Y ENTROPÍA   95
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