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conocimiento conocido hasta entonces; porque, ¿dónde incluir
temas como los posibles paseos cruzando a través de los puen-
tes de Konigsberg? Otros sí encontraban acomodo preciso entre
los conocimientos de la época, como las pensiones, solo que no
eran cuestiones de primerísima fila. Un breve itineraiio por esos
escritos de difícil calificación ofrece una visión más precisa de la
variedad extraordinaria de la obra de Euler.
EULER INGENIERO
Las contribuciones eulerianas a la ingeniería práctica tienden a ser
menospreciadas, en parte por los prejuicios de Federico II, quien
suponía que todo lo que emprendían sus subordinados, ya fueran
generales, jardineros o científicos, tenía que funcionar, pues para
eso les pagaba. Los ingenieros de Su Majestad-y Euler era el jefe
de todos ellos-, no eran una excepción, y si, por ejemplo, el agua
no fluía adecuadamente en los surtidores de uno de sus jardines
era porque los diseñadores y constructores eran incompetentes.
Un error en el cómputo de la presión del agua era inconcebible e
imperdonable.
No obstante, Euler trabajaba, y mucho, en problemas prácti-
cos de ingeniería y, aproximadamente en 1744 (aunque no se pu-
blicó hasta 1757), hizo una aplicación de su cálculo de variaciones
a la sobrecarga de peso de objetos sobre los pilares que los sostie-
nen. Es lo que en la jerga técnica se denomina pandeo, una va-
riante sencilla de la deformación.
Imaginemos una colunma, como la que se ilustra en la página
siguiente, sometida a una carga axial concéntrica, q, es decir, a
una carga ejercida sobre el centro de gravedad de su sección
transversal. Euler dio con una fórmula:
que gobierna el pandeo, en la que F es la fuerza o carga axial,
E el módulo de elasticidad, I el momento de inercia del área, L
96 BERLÍN, CAPITAL DEL ANÁLISIS