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sido fundado por este cardenal. El centro estaba situado al otro
lado del rio y allí Antaine tuvo como compañeros a los hijos de las
clases más acomodadas del país.
El colegio contaba entre sus profesores a las mentes más
brillantes de Francia y en él se impartían tanto las materias del
curriculo clásico -historia, literatura, composición y matemáti-
cas- como las más novedosas, que entonces se calificaban como
«filosofía natural». Aunque Antaine pronto destacó en todas las
disciplinas, eran estas últimas las que le interesaron especial-
mente: la astronomía, enseñada por el abad Nicolas Louis de La-
caille, que había instalado un pequeño observatorio en el colegio
y era tan1bién su profesor de Matemáticas; la mineralogía y la geo-
logía, impartidas por Jean-Étienne Guettard, con quien en el fu-
turo viajaria por Francia a la búsqueda de minerales; la botánica,
materia en la que Bernard de Jussieu instruía a sus pupilos en la
clasificación de Linneo, y muy especialmente la química, que tenía
por profesor a Guillaume-Franc;ois Rouelle. Las demostraciones
prácticas del excéntrico, irrepetible y apasionado químico eran
tan famosas que hubo que habilitar una sala especial en el Jardin
du Roi, donde tenían lugar sus experimentos, para dar cabida a la
numerosa audiencia.
Aunque había materias, como la química, que aún no se ha-
bían desarrollado lo suficiente como para merecer el calificativo
de científicas, el grado de desarrollo de la investigación en Francia
cuando Lavoisier comenzó sus estudios en el College Mazarin era
más que notable. En gran parte ello se debía a las disposiciones to-
madas durante el reinado de Luis XN (1638-1715), que condujeron
a la creación de diversas academias. Aunque el objetivo principal
de todas ellas era la exaltación de la monarquía, los frutos de estos
foros trascendieron con mucho los deseos del rey. La Academia de
Ciencias, a causa de los temas de estudio que le eran propios, era
relativamente independiente de la corte, lo cual fue detern1inante
para que alcanzara su esplendor. En contraste, los miembros de
otras academias, como los dramaturgos Racine y Moliere, el fa-
bulista La Fontaine o el filósofo Voltaire, no habrian sobrevivido
trabajando a espaldas de la corte, por lo que se veían obligados a
vivir entre alabanzas al monarca y pullas a la nobleza y el clero.
20 UN CIENTÍFICO ENTRE ABOGADOS