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funcionamiento de las instituciones de las que formaba parte y
                     también aumentar los beneficios que de ellas pudieran derivarse
                     para su país. A pesar de que la pertenencia a la Ferme y a la Aca-
                     demia suponía una carga de trabajo extraordinaria, Antoine no
                     perdía de vista su meta principal: transformar la química en una
                     ciencia exacta.
                         En este ámbito,  1772 fue el año crucial para Lavoisier. Con
                     un puesto en la Academia, su futuro económico asegurado en
                     la Ferme y habiendo sentado las bases para formar una familia
                                                                .               '
                     estaba preparado para abordar un trabajo de envergadura: estu-
                     diar el papel que desempeña el aire en la combustión. El estudio
                     de este fenómeno,  sobre el cual ya había meditado largamente
                     cuando realizaba el proyecto para iluminar las calles de París,
                     era uno de los que más preocupaba a los científicos de la época.
                     En toda Europa se sucedían los experimentos para esclarecer
                     el proceso, que parecía explicado por la teoría del flogisto,  o
                     «espíritu del fuego».  Según esta teoría, cuando un cuerpo ardía,
                     perdía flogisto,  y dejaba de arder cuando el aire que lo rodeaba
                     estaba saturado de esta sustancia y no podía absorber más. Así,
                     por ejemplo, se consideraba que el carbón y la madera tenían
                     mucho flogisto, y por ello ardían tan bien (hoy diríamos que son
                     materiales «reductores»).
                         Pero había muchos casos en los que la hipótesis del flogisto
                     era incapaz de explicar los resultados experimentales de forma
                     razonable. Por ejemplo, el químico francés Louis-Bernard Guy-
                     ton de Morveau (1737-1816) acababa de publicar el resultado de
                     unos experimentos de calcinación ( o calentamiento al aire) de
                     metales, en los cuales las «cales» que se formaban pesaban inva-
                     riablemente más que los metales puros. Ello era contradict01io,
                     porque, al oxidarse, los metales perdían flogisto y,  sin embargo,
                     ganaban peso. La explicación que daban a este hecho los partida-
                     rios del flogisto era que el flogisto podía tener masa negativa en
                     algunos casos, por lo que las sustancias que lo perdían ganaban
                     peso. Lavoisier decidió resolver esta contradicción con un plan
                     de trabajo que pretendía acometer el estudio de la química neu-
                     mática (la de los gases) y refutar o confirmar definitivamente la
                     teoría del flogisto.






          42         EL OXÍGENO VENCE AL FLOGISTO
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