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EL MISTERIO DE LOS DIAMANTES DESAPARECIDOS


      En 1 772 también se planteó en la Academia la necesidad de acla-
      rar un misterio:  los diamantes se suponían indestructibles por
      acción del fuego;  sin embargo,  el químico francés Jean Darcet
      (1724-1801) decía haber realizado varios experimentos en los que
      estas piedras desaparecían al calentarlas, algo que ya habían afir-
      mado diversos científicos desde los tiempos de Boyle. Las cues-
      tiones planteadas eran si el calor destruía o no a los diamantes y,
      en caso afirmativo, si la desaparición se debía a que se evaporaban
      o a que ardían. La Academia nombró un comité formado por La-
      voisier, Pierre-Joseph Macquer (1718-1784) y Louis-Claude Cadet
      de Gassicourt (1731-1799), ambos reputados químicos parisinos,
      quienes realizaron varios experimentos en el laboratorio de Cadet,
      que era el mejor dotado, pero los resultados no fueron conclu-
      yentes. El problema era que para resolver el misterio se necesi-
      taba una fuente de calor muy intenso, siendo conveniente que no
      requiriera combustible para que los productos de la combustión
      no se mezclaran con los de la sustancia estudiada. Esto no era
      fácil, porque hasta el descubrimiento de los mecheros Bunsen en
      el siglo xrx, los hornos de los laboratorios químicos se calentaban
      quemando carbón y avivando el fuego con fuelles.

                «Considero a la naturaleza como un amplio laboratorio
                    químico en el que tienen lugar toda clase de síntesis
                                                     y descomposiciones.»

                                                            -  ANTOINE  LAVOISJER.

          La investigación parecía haber llegado a un punto muerto
      porque los miembros del comité se quedaron sin diamantes con
      los que poder continuar sus experimentos. Entonces vino en su
      ayuda el joyero Maillard, quien les ofreció tres de sus mejores dia-
      mantes, siempre y cuando él controlara las condiciones en las que
      se llevaba a cabo el calentamiento. Maillard estaba convencido de
      que se requería la presencia de aire para que los diamantes desa-
      parecieran, y quería que los químicos hicieran un experimento






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