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Debido a esta posición destacada, que la distingue de todas las demás
             ciencias y proporciona una explicación del carácter relativamente
             fácil y desenvuelto que el ocuparse de ella tiene, merece especial-
             mente el nombre de matemática libre, una denominación a la que,
             si fuese mía la elección, daría preferencia sobre la de matemática
             «pura», que ha llegado a ser usual.

             Es decir, el matemático tiene la libertad de dejar volar su ima-
         ginación, la libertad de crear conceptos, siempre y cuando estos
         no conduzcan a contradicciones lógicas.  Pero si esas contradic-
         ciones lógicas no se producen entonces, afirmaba Cantor, puede
         asegurarse que los objetos así creados existen realmente. El ma-
         temático, al tener el poder de crear nuevos conceptos, es tanto
         un científico como un artista. Estas ideas, además de reflejar el
         pensamiento de Cantor, tenían para él, en ese histórico artículo
         en particular, una finalidad «estratégica» de la que hablaremos en
         los próximos capítulos.
             Pero volvamos ahora una vez más a los primeros años de la
         vida de Cantor. Su padre tenía una salud muy frágil y a causa de
         ello en 1856 los médicos le aconsejaron que dejara los crudos in-
         viernos de San Petersburgo y se mudara a alguna región de clima
         más templado. Cantor padre liquidó entonces todos sus negocios
         y se trasladó con la familia a Alemania. Inicialmente, los Cantor vi-
         vieron en la ciudad de Wiesbaden, donde Georg asistió al Gymna-
         sium (el equivalente alemán de la escuela secundaria), pero poco
         tiempo después se trasladaron a Fránkfurt.
             Georg recordó siempre con nostalgia su infancia en San Pe-
         tersburgo, más aún, a pesar de que vivió en Alemania el resto de
         su vida, nunca se sintió completamente a gusto allí. Es interesante
         agregar que,  hasta donde se sabe (y esto es característico de su
         personalidad romántica y a veces exaltada), desde 1856 en ade-
         lante nunca volvió a escribir en ruso.
             Durante sus años en el Gymnasium los informes escolares
         destacaron siempre la notable habilidad de Cantor para las mate-
         máticas, y aunque en un principio su padre insistió en que estu-
         diara ingeniería, finalmente en 1863 ingresó en la Universidad de
         Berlín para estudiar la que era su verdadera vocación, podríamos






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