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A pesar de que el ocaso de Faraday estaba próximo, las conse-
cuencias teóricas y prácticas de sus descubrimientos vivían un
nuevo amanecer que implicaría a las grandes revoluciones de la
física planteadas por Einstein, Heisenberg o Schrodinger.
Con todo, Faraday decidió recogerse con humildad y senci-
llez, como buen sandemaniano, y del mismo modo decidió morir,
sentado en su sillón favorito y finalmente enterrado en una tumba
sin ornamentos ni florituras. La tumba de un hijo de herrero,
pobre, apenas sin estudios académicos, que por azares del des-
tino había logrado entrar en la mayor institución de la ciencia de
Inglaterra.
LOS ÚLTIMOS AÑOS
Faraday estaba cada vez más convencido de que todos los fenó-
menos del mundo físico estaban relacionados entre sí, lo que le
llevó incluso al infructuoso intento en 1849 de establecer una re-
lación entre fuerzas electromagnéticas y gravitación newtoniana.
Finalmente renunció a ese hallazgo, y el testigo fue recogido
cien años más tarde por Albert Einstein, articulando su búsqueda,
también infructuosa, bajo la llamada teoría del campo unificado.
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