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para continuar conservándola con actividades que se extienden
a clases magistrales de matemáticas y tecnología, a proyectos de
enriquecimiento curricular y a la realización de películas en vídeo.
Entre los científicos europeos que llegaron a participar en
conferencias de la Royal Institution durante el siglo XIX destacan
el formulador de la tabla periódica de los elementos, Dmitri Men-
deléyev (1834-1907), el químico orgánico Jean Baptiste André
Dumas (1800-1884), amigo personal de Faraday y autor del libro
Éloge historique de Michael Faraday (1868; Elogio histórico de
Michael Faraday), o el célebre químico italiano Stanislao Canni-
zaro (1826-1910).
EL LEGADO DE FARADAY
La profunda espiritualidad de Faraday permitió que su mente au-
todidacta se dedicara afanosamente a buscar la sin1etría entre mo-
vimiento, magnetismo y electricidad, cual reflejo de la Trinidad:
separados pero inseparables. Y gracias a esta concepción simé-
trica de la naturaleza, Faraday también demostró que es posible
darle la vuelta a la disposición, permitiendo que una corriente
eléctrica fluya por el interior de un campo magnético para crear
movimiento, originándose así la génesis del motor eléctrico, que
actualmente proporciona movimiento a una simple unidad de
disco de un ordenador o a toda una planta industrial.
Sus aportaciones también fueron definitivas para el desarro-
llo de la física, como en el caso de la teoría del campo electromag-
nético introducida por James Clerk Maxwell.
De lo que se dio cuenta Maxwell es que los campos invisibles
descubiertos por Faraday en realidad poseían una compleja es-
tructura interna que podía dividirse en dos partes: una eléctrica
y otra magnética. Para Maxwell, cada partícula eléctricamente
cargada es el centro de un campo de fuerza, extendiéndose hacia
el exterior como un aura. Generalmente las cargas positivas y
negativas de nuestro alrededor están equilibradas, por eso no
percibimos ningún efecto. Lo que Maxwell había conseguido era
148 MÁS ALLÁ DE LA CHISPA DEL GENIO