Page 147 - 21 Faraday
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Faraday también sostenía que un conferenciante debía es-
         cribir su propia conferencia, pero nunca leerla a fin  de evitar un
         estilo monótono y mecánico. También creía que una hora era más
         que suficiente para exponer todas las ideas en una conferencia, y
         detestaba a los científicos que, demasiado pagados de sí mismos,
         se perdían en largas peroratas que no servían más que para alar-
         dear de sus grandes conocimientos.
             Con todo, Faraday era consciente de que existe una fina línea
         entre una conferencia demasiado académica y una demasiado po-
         pular, y que se requiere gran habilidad de funambulista para no
         caer en uno u otro lado:  « Una conferencia únicamente popular
         no puede enseñar, y una conferencia que enseña únicamente no
         puede ser popular». Faraday consiguió mantener un punto inter-
         medio que  devolvió  la popularidad a  la Royal  Institution,  que
         actualmente se pliega a las directrices ya definidas por Faraday







               MALVA: EL COLOR SINTÉTICO INSPIRADO POR FARADAY

               Las conferencias de Michael Faraday fueron fuente de inspiración de muchos
               científicos y profanos. Uno de los casos más anecdóticos fue el  del químico
               inglés William Henry Perkin (1838-1907), que en 1856, accidentalmente, mez-
               cló anilina y dicromato potásico, una mezcla que aparentemente carecía de
               va lor. Sin  embargo,  Perkin se  fijó en  un  destello purpúreo en  la mezcla y
               añadió alcohol, que disolvió la mezcla y dejó una sustancia de color púrpu-
               ra que era capaz de teñir excelentemente la seda. Perkin, de solo dieciocho
               años, abandonó sus estudios y  patentó el  producto. Con la  ayuda de todos
               los recursos de su  familia, construyó una fábrica de tintes y empezó a pro-
               ducir lo que Perkin  llamaba púrpura de anilina.  Los tintoreros franceses
               enseguida usaron  masivamente este nuevo tinte,  cuyo color bautizaron
               como malva. El  tinte alcanzó tales cotas de popularidad que este período
               es  conocido por los historiadores como «década del  malva», inaugurando
               también una gran industria de tintes sintéticos y estimulando, paralelamente,
               la expansión de la  síntesis de la  química orgánica. Ya  siendo célebre y  rico,
               Perkin pronunció una conferencia sobre tintes en  la  Sociedad de Quím ica
               de Londres. En  el  auditorio se encontraba nada menos que un septuagena-
               rio Michael Faraday.









                                             MÁS ALLÁ DE LA CHISPA DEL GENIO   147
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