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Conduciéndose con suma humildad y sencillez, aquel pobre
                      encuadernador había accedido a la Royal Institution, Humphry
                      Davy lo había acogido en su seno, había viajado por Europa co-
                      nociendo a  célebres científicos,  tal y como hacían los jóvenes
                      aristócratas británicos cuando llevaban unos años en Oxford o
                      Cambridge, y sobre todo, ahora tenía ante sí su primera oportuni-






                DESCUBRIMIENTO DEL YODO          ,.....,  . .•.   ~  ...
                                                   \ .  1" .,......-
                                                 ,.,.
                Durante su  viaje por el  continente
                europeo,  Davy hizo un  descubri-
                miento que, además, desestabilizó                    ,:
                                                                ,,        ~
                una creencia muy generalizada en-
                tre  los  químicos.  Fue  durante su
                estancia en  París  cuando Ampere,
                Clément y  Desarmes mostraron a
                Davy una sustancia que procedía
                de determinada alga marina, des-
                cubierta  hacía  solo dos años  por   Cristales de yodo.
                Bernard  Courtois (1777-1838).  Al
                calentarse, esa nueva sustancia producía un vapor violáceo que se condensa-
                ba hasta generar cristales oscuros, es decir, se comportaba igual que el cloro.
                Lo que se creía entonces es que todos los ácidos contenían oxígeno, por ello,
                si  el cloro formaba un ácido al combinarse con el  hidrógeno -ácido clorhídri-
                co-, se consideraba que debía ser un óxido.

                Dos nuevos elementos
                Davy rechazaba  la  teoría de los ácidos del oxígeno, y demostró que tanto el
                cloro como la  nueva sustancia encontrada eran elementos propios. Inmedia-
                tamente, desde París,  escribió a la  Royal  Society para describirles la  nueva
                sustancia y proponer el nombre de yodo para designarla, de la raíz griega para
                designar el color violeta. Siendo ya un elemento químico de número atómico
                53,  hoy en día sabemos que el  yodo es  un componente esencial de nuestra
                dieta: un  consumo insuficiente del  mismo puede acarrear enfermedades de
                distinta índole. Tanto es  así,  que ya  el  filósofo inglés Bertrand Russell  (1872-
                1970) empleó estos datos médicos a propósito del yodo para  negar la  exis-
                tencia de un alma inmortal: «La  energía para pensar parece tener un origen
                químico [ ... ]. Por ejemplo, una  deficiencia de yodo convierte a un hombre
                listo en un idiota. Los fenómenos mentales parecen estar ligados a la  estruc-
                tura material».








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