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sirva al cachalote para evitar el fenómeno de la descompresión
                     resultante de nadar a mucha profundidad, más de mil quinientos
                     metros-, pero era tan valioso para producir luz o como emoliente
                     para la fabricación de jabones y pinturas, entre otros productos,
                     que desde 1830 hasta 1870 se estima que fueron aniquilados unos
                     trescientos mil  especímenes. La demanda era tan elevada, que
                     hacia 1850 el galón de aceite de ballena se vendía a 2,5 dólares, la
                     mitad del sueldo semanal de un trabajador medio.
                         En el proceso de embotellamiento del gas que comerciali-
                     zaba la Portable Gas Company, se producía también un producto
                     de deshecho, un aceite ligero que finalmente fue  analizado por
                     Faraday en 1825.  Tras un largo y laborioso proceso de destila-
                     ciones del material,  en el que se tuvieron que  aislar cientos de
                     compuestos,  Faraday obtuvo una sustancia de la que emanaba
                     un aroma parecido al de las almendras. Era un hidrocarburo puro
                     que Faraday llamó bicarburo de hidrógeno, pues estaba formado
                     por hidrógeno y carbono. Más tarde, en 1834, el químico alemán
                     Eilhardt Mitscherlich (1794-1863) bautizaría aquel hidrocarburo
                     con el nombre de benceno.
                         En los inicios de la química orgánica, los compuestos orgáni-
                     cos se dividieron en aromáticos (fragantes) y alifáticos (grasos).
                     Los  primeros desprendían diversos  olores -como el tolueno,
                     con olor a vainilla y canela-, en general agradables, por ello se
                     denominaron «aromáticos». Cuando más tarde se investigó la es-
                     tabilidad inusual del hidrógeno-carbono de otros compuestos, el
                     término «aromático» empezó a aplicarse también a los compues-
                     tos que poseían esta estabilidad, independientemente de su olor.
                         En 1865, el químico alemán Friedrich Kekulé, a través de un
                     sueño en el que aparecía una serpiente que se mordía la cola,
                     descubrió la estructura anular del benceno, dos años antes de la
                     muerte de Faraday. Por aquella época ya se sabía que el benceno
                     estaba formado por seis átomos de  carbono y seis átomos de
                     hidrógeno (C H ), pero no se tenía ninguna pista clara sobre su
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                     estructura.
                         Kekulé asegura que la inspiración para descubrir la estructura
                     de la molécula del benceno, un hidrocarburo aromático, surgió a
                     raíz de una ensoñación en la que aparecía una serpiente que se





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