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ciencia estaba en continuo cambio, que comparaba con la forma
        de las nubes:  «las miras y no parecen cambiar, pero si vuelves a
        hacerlo después de unos minutos, ves que todo es diferente».
            Feynman exploraba los caminos que ya habían sido recorri-
        dos por otros, pero desarrollaba una serie de ingeniosas técnicas
        matemáticas que,  unidas a profundas intuiciones físicas,  modifi-
        caban la manera de entender y de trabajar en ese campo. Su forma
        un tanto caótica de trabajar no pasaba por el formalismo matemá-
        tico  de axioma-teorema-demostración.  Literalmente,  Feynman
        intuía cuál era la situación y la comprobaba una y otra vez,  en
        todas las situaciones posibles. Sin embargo, su interés último no
        era ser original, sino no estar equivocado. «Siempre he estado pre-
        ocupado por la física -decía-. Si  la idea me parecía nefasta,
        decía que era nefasta. Si parecía buena, decía que era buena.»
            Una de las grandes habilidades de Feynman era estar concen-
        trado durante horas en un problema, algo que a sus padres les
        preocupaba cuando era un adolescente y dedicaba parte de su
        tiempo a arreglar las radios descompuestas de sus vecinos; las
        abría y se quedaba mirándolas, intentando comprender qué era lo
        que había fallado.  No  es de extrañar que entre sus vecinos co-
        rriese la voz de que arreglaba las radios pensando ...  Al poco de
        terminar su tesis doctoral, un equipo del Proyecto Manhattan
        se encontró con él en Chicago, donde resolvió un problema que
        les estaba llevando de cabeza desde hacía un mes. Pero lo que les
        impresionó no fue tanto esa hazaña intelectual como su imagen
        poco profesional: «Era patente que Feynman no se había forjado
        en el mismo molde que la mayoría de los jóvenes universitarios de
        la preguerra. Tenía las expresivas posturas de un bailarín, el dis-
        curso rápido que pensábamos había en Broadway, las frases he-
        chas de un estafador y la verborrea de un caradura».
            Finalmente, lo que convirtió a Feynman en una figura pública,
        más allá del reducido mundo de la comunidad de físicos,  fue su
        presencia en el comité que la NASA creó para investigar el acci-
        dente del transbordador espacial Challenger en 1986,  dos años
        antes de su muerte. En él, un enfermo Feynman actuó de la misma
        forma que había hecho en ciencia:  no fiarse  de nada que él no
        hubiera estudiado personalmente. Así que en lugar de leerse pági-






                                                         INTRODUCCIÓN        13
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