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Las clases se convirtieron en todo un evento. De hecho, quie-
nes acabaron por asistir a ellas fueron profesores y graduados en
busca de una nueva y refrescante manera de enfocar la física «de
toda la vida» a partir de primeros principios, la manera caracterís-
tica de trabajar de Feynman. Vistas en perspectiva, aquellas clases
realmente no estaban destinadas a estudiantes de los primeros
cursos, sino a quienes ya poseían un conocimiento previo. Según
escribió en el prólogo uno de los que recogieron y editaron estas
lecciones en forma de libro, Matthew Sands, «este fue el regalo de
quien fuera un extraordinario maestro de maestros».
FÍSICA X
Durante más de dos décadas Feynman impartió una misteriosa clase para
estudiantes de primer curso del Caltech, aunque también acudían doctoran-
dos y profesores, que recibía el nombre de «Física X». Muchos físicos que
asistieron a ella la recuerdan como la experiencia intelectual más intensa de
su formación. No se recibía ningún crédito por asistir y no había que apun-
tarse en ningún lado; bastaba con acercarse a una pequeña aula en el sóta-
no de la facultad un viernes a las cinco de la tarde. Algunos pensaban que
era porque Feynman solo quería ver allí a estudiantes a los que realmente
les interesaba estudiar física. «Lo más fascinante de esa clase es que no
tenía temario», recuerda Marc Turner, un físico que pasó gran parte de la
década de 1980 yendo y viniendo del Caltech. Simplemente aparecía por
clase, cogía una tiza y decía: «¿Hay alguna pregunta?». Cualquier cuestión
era válida, y se podía discutir desde los aspectos más abstrusos de la mecá-
nica cuántica hasta la física de la flauta. De acuerdo con otro asistente, David
Adler, que acudió a esas clases en 1979, «era la oportunidad de un primerizo
en el Caltech de hacer preguntas a Feynman o, más a menudo a medida que
el año avanzaba, de escuchar sus historias». Como aquella según la cual
Feynman, cuando trabajaba en el Proyecto Manhattan, abrió una noche la
caja fuerte de Los Álamos para demostrar que la seguridad no era tan bue-
na como para proteger su trabajo. En cierta ocasión, alguien preguntó a
Feynman cómo era posible que se acordase de todas las ecuaciones, pues
jamás llevaba una nota. Y él, sonriendo, respondía que no se las sabía de
memoria; le bastaba aprenderse los primeros principios a partir de los cuales
deducía las que necesitaba. Esta era la forma de trabajar de Feynman: a
partir de primeros principios.
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