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UNA PREDICCIÓN ACERTADA

                     En diciembre de 1959, Feynman dio una conferencia en el encuen-
                     tro anual de la American Physical Society, que ese año se cele-
                     braba en el Caltech. Como siempre, Feynrnan sorprendió a propios
                     y extraños con un análisis de todo un mundo de nuevas posibilida-
                     des que nada terúa que ver con la física de partículas. Comenzó así:


                         Me gustaría describir un campo en el que hasta el momento se ha
                         hecho muy poco pero en el que, en principio, se pueden conseguir
                         una gran cantidad de cosas. Y lo más importante es que podría tener
                         un gran número de aplicaciones técnicas. De lo que quiero hablar es
                         del problema de manipular y controlar objetos a muy pequeña escala.

                         La conferencia, titulada «There is Plenty Room at the Bottom»
                     ( «Hay mucho sitio al fondo»), está considerada como el pistoletazo
                     de salida para toda una serie de campos de la ciencia y la técnica
                     que hoy se conocen bajo el nombre global de nanotecnología.
                         El punto central de Feynman era que los expertos eran dema-
                     siado apocados cuando pensaban en la miniaturización, que había
                     todo un universo accesible en el espacio comprendido entre las má-
                     quinas convencionales y los átomos. Si explotáramos ese espacio,
                     imaginaba, no solo cambiaríamos la tecnología, sino que también se
                     abriría todo un nuevo campo a la investigación científica: «En el año
                     2000,  cuando se mire hacia atrás, todos se preguntarán por qué
                     hasta 1960 nadie empezó a moverse seriamente en esa dirección».
                         Feynman reflexionaba a  lo grande,  como hicieran los tres
                     popes de la ciencia ficción de entonces: Arthur C.  Clarke, Isaac
                     Asimov y Robert A  Heinlein. No entendía cómo era posible que la
                     gente quedara impresionada porque una máquina pudiera escribir
                     el padre nuestro en la cabeza de un alfiler; eso no era nada. Él veía
                     que se podía escribir toda la Encyclopaedia Britannica en la ca-
                     beza de un alfiler. E incluso eso no era nada. ¿Por qué no escribir
                     toda la información contenida en todos los libros del mundo? En
                     una curiosa estimación, Feynman supuso que eso correspondía a
                     10 bits de información (lo que, según Feynman, serían veinticua-
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                     tro millones de volúmenes) y que fácilmente cada bit podía codi-






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