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es necesario ser inteligente; simplemente debemos utilizar las «pe-
         queñas células grises» del ficticio detective belga Hercule Poirot,
         y Richard P. Feynman las usó de la manera más creativa posible.




         ADIÓS, DICK

         Feynman dedicó los últimos diez años de su vida a estudiar las
         costumbres de las tribus nómadas asiáticas de Tuva, una pequeña
         república autónoma de la antigua URSS en la frontera con Mongo-
         lia. También participó en la investigación que desveló lo sucedido
         en el desastre del transbordador espacial Challenger en 1986 y que
         le dio una tremenda popularidad. De hecho, fue él quien hizo pú-







               UN CONCEPTO ERRÓNEO DE LA CIENCIA
               En nuestra sociedad existe una percepción errónea de lo que es la ciencia. Para
               la  mayoría no es más que una caja negra a la cual volverse para pedir solucio-
               nes ante problemas tecnológicos o médicos; en ningún momento se concede
               que la  ciencia es,  ante todo, una forma de pensamiento, cuando menos de
               conocimiento. Esta es una idea que, quizá por culpa de la tecnificación, hemos
               perdido. Por eso en muchas ocasiones podemos escuchar a alguien diciendo:
               «La  ciencia no lo puede explicar todo». Feynman ya  nos previno: cuando al-
              guien dice «la ciencia nos enseña tal y tal cosa», está usando esa palabra inco-
               rrectamente. La  ciencia no enseña nada; la  experiencia, sí.  Si  te dicen que «la
              ciencia ha mostrado esto y aquello», podrías preguntar: «¿cómo lo ha hecho?
              ¿cómo lo encontraron los científicos? ¿cómo? ¿Qué? ¿oónde?». La ciencia es
               un proceso de retroalimentación: aprende de sus propios errores. Ahora bien,
              sufre de una fama extraña en nuestra sociedad. Se  le reclama que dé la  infor-
              mación exacta y oportuna de aquello que se le pregunta; se le pide la verdad.
               Pero en  ningún lugar encontraremos más «podrías» y «quizá», más condicio-
              nales que en una revista científica. «Lo que llamamos hoy conocimiento cien-
              tífico -decía Feynman- es  un corpus de enunciados con grados de certeza
              variables.  Algunos de ellos son muy seguros; otros son casi  seguros;  pero
              ninguno es absolutamente cierto. Los científicos están acostumbrados a esto.
              Sabemos que es compatible ser capaces de vivir y no saber.»
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