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EL HOMBRE QUE SUPO POR QUÉ BRILLAN LAS ESTRELLAS
En abril de 1938, dos de los gigantes de
la física moderna, el ucraniano Georgi
Gamow (1904-1968) y el norteamericano
Edward Teller (1908-2003), organizaban
un congreso en la Carnegie lnstitution de
Washington. Su objetivo: resolver el pro-
blema de por qué brillan las estrellas.
Entre los participantes se encontraba un
refugiado de la Alemania nazi, experto
en procesos nucleares y que daba clases
en la Universidad de Cornell. Su nombre
era Hans Bethe (1906-2005). Pensador
efervescente, tenía un talento innato
para la física y las matemáticas: parecía
que se dedicaba a jugar con números y
letras. En la reunión de Washington, los
astrónomos dijeron a los físicos todo lo
que sabían de la constitución interna de
las estrellas, que era mucho, y eso sin
conocer realmente cómo se generaba la
En 1938, el físico alemán Hans Bethe
energía en su interior. Uno de los textos encontró el mecanismo de las reacciones
clásicos de la astrofísica, On the Consti- nucleares que explica cómo las estrellas
tution of the Stars, escrito por el brillante producen su energía.
Arthur Eddington, describía perfecta-
mente la estructura interna de las estrellas sin necesidad de mencionar nada
sobre la naturaleza de su motor energético. Ahora le tocaba a los físicos po-
nerse a trabajar.
La determinación de Bethe
De vuelta en Cornell, Bethe atacó y resolvió el problema con tanta rapidez
que Gamow llegaría a decir que había calculado la respuesta antes de que el
tren llegase a la estación de destino. Bethe envió el artículo describiendo su
hallazgo a la revista Physica/ Revíew, pero entonces uno de sus estudiantes le
comentó que la Academia de Ciencias de Nueva York ofrecía un premio de
500 dólares al mejor artícu lo inédito sobre la producción de energía en las
estrellas. Bethe pidió a la revista que le devolviese el artículo, lo mandó al
concurso y, evidentemente, ganó. El físico tenía sus motivos para hacerlo. Su
madre se encontraba todavía en Alemania y aunque los nazis accedían a
dejarla salir, pedían 250 dólares si, además, quería llevarse sus muebles. Bethe
destinó la mitad del premio para ello. Solamente después permitió que se
publicara su artículo, con el que ganó el premio Nobel en 1967.
72 DE PRINCETON A LA BOMBA ATÓMICA