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corno Herbert Jehle, contaban historias espantosas de persecucio-
nes y campos de concentración. El impulso a la maquinaria bélica
desde los centros de investigación empezaba a revelarse crucial;
gran parte de la debacle nazi en la Batalla de Inglaterra se debió a
un nuevo sistema para detectar aviones usando radiación de mi-
croondas, el radar, y prácticamente nadie sabía que el matemático
Alan Turing (1912-1954) estaba poniendo las bases para la cons-
trucción del primer ordenador de la historia, Colossus, en Blet-
chley Park, una mansión a 80 km al noroeste de Londres. Su
objetivo era romper los códigos de la Enigma, la máquina de en-
criptar mensajes que usaban el ejército y la marina alemanes.
Una mañana de 1942 entró en su despacho Robert R. Wilson.
Este físico experimental había llegado a Princeton para descubrir
una manera de separar el necesario uranio-235 ( apuntado corno
tal casi tres años antes por Bohr y Wheeler) del inservible ura-
nio-238. Solo había hablado con Feynrnan en unas cuantas ocasio-
nes, pero ya había tornado nota mentalmente de que era «un tío
grande». Y allí estaba, a punto de revelarle información de alto
secreto sobre lo que estaba haciendo porque quería ficharlo para
resolver los cálculos teóricos, y sabía que si no le contaba el pro-
blema en detalle no lo convencería.
Feynrnan quería terminar su tesis y graduarse, pues esa era
una de las condiciones que se había impuesto para casarse. La
propuesta de Wilson le sonaba más a problemas de ingeniería que
de física y su primer pensamiento fue declinar la oferta. Pero por
otro lado estaba la guerra: él había intentado alistarse en el ejér-
cito para ingresar en el Cuerpo de Señales, que se ocupaba de
«proporcionar y gestionar los sistemas de comunicación e infor-
mación necesario para el mando y control de las fuerzas arma-
das». Pero corno le dijeron que no era seguro que acabara allí,
desistió. Ahora le ofrecían una forma de colaborar en algo mucho
más grande y significativo, así que dejó a un lado su tesis doctoral
y fue a ver a Wilson para aceptar el trabajo.
Mientras tanto, Wheeler se había marchado a Chicago para
trabajar junto a Enrico Femü en la construcción de un reactor
nuclear que controlara las reacciones en cadena que se producen
en la fisión: era el prin1er paso para comprender lo que sucedía en
68 DE PRINCETON A LA BOMBA ATÓMICA