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Richard Feynman dejó Los Álamos en octubre de 1945. Su trabajo
         allí lo había convertido en una de las estrellas rutilantes de la física
        norteamericana. Dos años antes Oppenheimer había escrito aljefe
         del departamento de Física de la Universidad de Berkeley pidién-
         dole que le ofreciera un puesto, pues era «sin lugar a dudas el fí-
        sico más brillante que tenemos aquí». La oferta se hizo de rogar, y
        le llegó a Feynman en el verano de  1945.  «Nadie ha rechazado
        nunca una oferta nuestra», le dijo pretencioso. Richard la rechazó.
            Feynman  estaba enamorado  de  las  formas  y  maneras  de
        Bethe y no tenía duda alguna de que quería ir a Cornell con él y el
        excelente grupo de investigación que estaba formando. Oppenhei-
        mer sabía que le iban a llover las ofertas y, como siempre en estos
        temas, no se equivocaba. En menos de un año recibió numerosas
        propuestas, pero las declinó todas: quería estar en el grupo de
        Bethe. Además, en su interior algo estaba sucediendo: empezaba
        a sentir la muerte de Arline.  La primera vez que fue  consciente
        sucedió paseando por Knoxville, Tennessee. Había ido allí para
        trabajar en el laboratorio de Oak Ridge, donde se encargaban de
        separar y producir uranio y plutonio:

            Pasaba yo junto a los escaparates de unos grandes almacenes, que
            mostraban lindos vestidos, y pensé cuánto le hubiera gustado a Ar-
            line alguno de ellos. Y eso fue demasiado para mí.





                                           LA ELECTRODINÁMICA CUÁNTICA: QED   79
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