Page 113 - 19 Marie Curie
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UN AÑO TURBULENTO

       Entre los discípulos de Pierre en la Escuela de Física y Química
       Industriales, hubo uno particularmente brillante y con una mar-
       cada vocación científica, Paul Langevin. Paul ocupó el puesto de
       Pierre en el centro cuando este obtuvo la cátedra en la Sorbona,
       y fue compañero de Marie en la École Normale de Sevres. La rela-
       ción trascendía los límites profesionales, por lo que se extendió a
       la esposa de Langevin cuando este se casó, y luego a sus hijos, que
       formaron parte del selecto grupo de diez alumnos de la «coope-
       rativa» que Marie orga,nizó tras la muerte de Pierre para instruir a
       sus hijas y a los hijos de sus amigos y colegas científicos. Paul era
       algo más joven que Marie y cuidaba mucho su apariencia, siendo
       fan1oso por su impresionante bigote encerado.
           En la primavera de  1910 Marie abandonó los trajes negros
       que llevaba desde la muerte de Pierre, se adornó con flores y
       pareció rejuvenecer. Aunque sus amigos se alegraron de que por
       fin hubiera abandonado el luto, al principio no sabían el motivo.
       Poco después ella misma lo explicó: su relación con Paul Lange-
       vin había trascendido los límites de la pura amistad. Al parecer,
       ese vuelco estuvo propiciado por la propia esposa de Langevin,
       que acudió a Marie para quejarse del áspero trato que recibía de
       su marido. Cuando Marie intentó reconvenirlo, Langevin estalló
       y  le  contó cómo en su última discusión,  causada por motivos
       económicos, su esposa le había roto una botella en la cabeza.
       También le explicó que la vida en su casa era insoportable, con
       su mujer y su suegra insultándolo y pidiéndole dinero constan-
       temente.
           Aunque ambos eran de origen modesto, la mujer de Paul no
       compartía su amor por la ciencia, ni entendía por qué su marido
       rechazaba trabajos muy bien pagados en la industria para seguir
       dando clase en la Sorbona y en la École Normale de Sevres, y
       luego seguir trabajando horas interminables en el laboratorio, re-
       cibiendo por todo ello un sueldo miserable. Marie se quedó ano-
       nadada, como antes se había quedado Marguerite Borel, la esposa
       del matemático Émile Borel que formaba parte del círculo íntimo
       de ambos y a quien también se lo había contado. Tras un alter-






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