Page 116 - 19 Marie Curie
P. 116
la llamaban ramera y le decían a gritos que volviera a su país.
Los insultos se sucedían: judía, ladrona de maridos, extranjera,
dre'Yfusard... Los ecos del affaire Dreyfus, en el que un oficial
de origen judío-alsaciano del ejército francés había sido acusado
falsamente de traición, no se habían apagado. La clase francesa
más reaccionaria no había digerido su derrota y se vengó en
Marie.
La integridad física de Marie y sus hijas peligraba, por lo que
tuvieron que refugiarse en casa de los Borel, que vivían en un edi-
fico anejo a la École Normale, de la cual Émile Borel acababa de
ser nombrado director. Hasta allí no llegó el rugido de la muche-
dumbre, pero sí el del ministro de Instrucción Pública, que le pidió
a Borel que no diera asilo a esa mujer, que la convenciera de que
lo mejor que podía hacer era volver a su país, amenazándolo con
destituirlo si no lo hacía. Según algunas versiones, Borel se negó
tajantemente; según otras, Marguerite, su esposa, le dijo que si se
iba Marie, también se iría ella.
Entre los apoyos más fervientes que recibió Marie en esos
días hay que destacar el de su cuñado Jacques Curie, que nada
más enterarse del escándalo le escribió una carta dándole todo
su apoyo y mostrando su indignación por el ataque del que estaba
siendo objeto. No contento con eso, escribió a los periódicos que
tan cruelmente habían atacado a la investigadora, dando fe de
la absoluta devoción de Marie por su hermano, del cariño de su
padre y de la felicidad de ambos mientras vivieron con ella. El
apoyo de Jacques era incondicional; no dependía de la veracidad
de las cartas publicadas por la prensa.
Las acusaciones de los diarios siguieron subiendo de tono y
Gustave Téry, editor de un periódico sensacionalista, xenófobo
y antisemita, llegó a insinuar que la muerte de Pierre podía no
haber sido un accidente. Según Téry pudo haber sido un suicidio
al tener conocimiento Pierre de una relación que habría empezado
antes de su muerte. O ~ncluso algo peor. Langevin se vio obligado
a retarlo a duelo. Este terminó sin heridos, pues Téry finalmente
no disparó para «no privar a unos hijos de su padre y a Francia
de un cerebro precioso», como explicó él mismo en su periódico
al día siguiente.
116 LA VIDA SIN PIERRE