Page 41 - 19 Marie Curie
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A continuación, comprobó que las sales de uranio en diso-
lución también realizaban emisiones, poniendo de manifiesto
que los rayos uránicos no eran una propiedad exclusiva de los
sólidos. Aunque Becquerel insistía en llamar al nuevo fenómeno
«fosforescencia invisible» -tres generaciones de la familia de-
dicadas a la fosforescencia debían de pesar mucho- , cada vez
era más evidente que aquello no tenía nada que ver con lo que
habían estudiado su padre y su abuelo. De hecho, parecía pre-
sentar más similitudes con los rayos X, por lo que Becquerel
se aprestó a comprobar si, por analogía con estos, los rayos
uránicos sufrían fenómenos de dispersión - cambio de direc-
ción de propagación al encontrar obstáculos en su camino- y
si eran absorbidos por distintas sustancias. El científico observó
que su comportamiento no era semejante al de los rayos X (hoy
sabemos que los «rayos uránicos» incluyen diferentes tipos de
radiación, uno de los cuales es similar a los rayos X, pero los
otros no; la complejidad de los rayos uránicos era desconocida
por Becquerel).
También investigó si la especie responsable de la emisión
era el elemento químico uranio o alguno de sus compuestos. Ob-
servó que el fenómeno aparecía tanto en las sales de color ama-
rillo que presentaban fosforescencia, en las cuales el estado de
oxidación del uranio es +6 (es decir, ha perdido 6 electrones
de su corteza), como en las sales verdes, de uranio +4, que no la
presentaban. Luego midió la emisión del uranio puro empleando
el método fotográfico con el que inició sus investigaciones, y
comprobó que era la más intensa de todas las analizadas, lo cual
confirmó que se trataba de un fenómeno atómico asociado al
elemento uranio.
En 1897 Becquerel fue elegido presidente anual de la Socie-
dad de Física, cargo que conllevaba trabajos burocráticos y de
representación, por lo que no siguió haciendo experimentos en
este ámbito. Solo realizó una única presentación, que resumía los
resultados de sus trabajos que indicaban que los rayos uránicos
descargaban los electroscopios. Tras ello, Becquerel volvió a un
terreno conocido, el estudio de la fosforescencia «clásica», de-
jando a los rayos uránicos en el limbo.
UNA POLACA EN PARÍS 41