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LA DISCÍPULA REAL DE LEIBNIZ
Leibniz guardó una gran amistad con la electora Sofía, esposa del
elector Ernesto Augusto, y con su hija, la princesa Sofía Carlota,
esposa del elector de Brandeburgo, quien se proclamó rey de Pru-
sia en enero de 1 70 l. Aunque Sofía Carlota siempre había visto a
Leibniz como amigo de su madre, pronto comenzó a considerarlo
como su propio anligo y maestro. En una carta de 1699 le decía que
la podía considerar como discípula. A partir de 1700, cuando Leib-
niz la visitó por primera vez en su palacio de Lützenburg ( actual
Charlottenburg), fue invitado con asiduidad a Berlín para charlar
de multitud de temas con la reina. Frecuentemente se reunían
para tratar temas filosóficos, religiosos y políticos. En los años
siguientes le escribió en numerosas ocasiones, con contenido de
temas filosóficos en su mayoría, pues era reacio a enviar temas
matemáticos que eran complicados para alguien sin formación.
En 1704 conoció a la princesa Carolina de Ansbach, que se
casaría con el hijo de Jorge Luis, Jorge Augusto, quien sustituiría
a su padre, primero como elector de Hanóver y posteriormente
como rey de Inglaterra.
Por desgracia, la relación con su discípula no duró mucho, ya
que el 1 de febrero de 1705 moría la reina Sofía Carlota.
LA DIPLOMACIA QUE NO CESA
Por petición del emperador Leopoldo I, se reunió en Viena con el
obispo Von Buchaim para tratar el tema de la reunificación de las
iglesias católica y protestante. También había tenido reuniones con
el capellán de la corte de Brandeburgo, Jablonski, para intentar re-
unificar las sectas luterana y reformada, algo que parecía incluso
más difícil que la reunificación con los católicos. Leibniz continuó
con estas negociaciones diplomáticas hasta su muerte, ya que en
1716, su último año de vida, volvió a reunirse con Jablonski a peti-
ción del rey Federico Guillermo I de Prusia, para intentar la reuni-
ficación de ambas confesiones y entrar en negociaciones con la
NO SOLO DE MATEMÁTICAS SE NUTRE EL GENIO 139