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cia. El propio Leibniz hablaba de Boineburg como «uno de los más
grandes hombres de este siglo, que me honró con una amistad
muy especial».
CONVERSACIONES CON CIENTÍFICOS
Durante la espera para poder entrevistarse con miembros del Go-
bierno francés, Leibniz aprovechó las oportunidades que una urbe
como París le ofrecía y se entrevistó con importantes científicos e
intelectuales que estaban en ese momento en la ciudad.
En el verano de 1672, visitó al gran científico neerlandés
Christiaan Huygens, cuya obra conocía en parte. En esta primera
reunión, Leibniz le mostró el primer modelo de máquina aritmé-
tica, aún en madera e imperfecto. Huygens escribió más adelante
a Oldenburg, comentando que la máquina era un gran adelanto,
aun a pesar de necesitar ser perfeccionada.
También le presentó un método para sumar series infinitas,
uno de los problemas que más desarrollaron los matemáticos de
esa época. Huygens le aconsejó que consultara las obras de los
matemáticos ingleses John Wallis, a quien conoció en su poste-
rior viaje a Londres, y Grégoire de Saint-Vincent (1584-1667), cuya
obra consultaría en la biblioteca real.
Otra reunión importante fue con el bibliotecario real Pierre
de Carcavi, que tenía mucho interés en conocer la máquina arit-
mética de la que Leibniz le había hablado. También realizó para él
algunos encargos, como una evaluación sobre una obra relacio-
nada con el vacío escrita por el físico alemán Otto von Guericke
(1602-1686). Este científico fue el inventor de la bomba de vacío y
quien, en 1654, realizó el célebre experimento conocido como las
esferas de Magdeburgo. Unió dos semiesferas de 50 centímetros
de dián1etro y dentro de ellas hizo el vacío. En cada lado de la es-
fera resultante colocó ocho caballos tirando para separar las dos
semiesferas, pero no lo lograron.
Tras fracasar la misión diplomática en Francia, Leibniz re-
cibió la orden de acompañar a Von Schonborn a Inglaterra y
62 Y EL CÁLCULO SE HIZO