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CONSEJERO EN  LA CORTE DE HANÓVER


         En 1675 Leibrúz se encontraba en París, pero sin una ocupación clara
         Era evidente que quería quedarse en la capital francesa para estar
         en contacto con la revolución científica que se estaba gestando allí;
         por eso había rechazado el puesto de secretario del primer ministro
         del rey de Dinamarca y el de consejero del duque Juan Federico de
         Hanóver, ofrecinúento que él mismo había favorecido al escribirle al
         duque hablándole de las actividades y contactos realizados tanto en
         París como en Londres. A finales de año intentó conseguir una plaza
         remunerada en la Acadenúa de Ciencias de París, tras quedar una
         plaza vacante por el fallecinúento del matemático Gilles de Roberval
         (1602-1675), pero la acadenúa consideró que con Huygens y Cassini
         ya tenían cubiertos los puestos de extranjeros contratados.
             Le  escribió al duque Juan Federico de Hanóver, con el pre-
         texto de hablarle de su máquina aritmética, que ya había recibido
         grandes elogios en la academia al presentar un ejemplar que fun-
         cionaba correctamente, y aprovechó para aceptar el cargo que
         se le había ofrecido meses atrás. En enero de 1676 se hizo cargo
         del puesto de consejero, mientras que recibía también el nombra-
         núento de consejero del nuevo elector de Maguncia.
            Leibniz intentó no dejar París y viajaba de vez en cuando a
         Hanóver y a Maguncia para seguir con sus relaciones políticas y no
        perder el contacto directo con la acadenúa y con los científicos y
        filósofos que visitaban la ciudad; así podría informar de los avances
         más importantes a sus patronos. Durante meses hubo varios reque-
        rinúentos por parte de Hanóver para que se trasladara inmediata-
         mente a la ciudad, a lo que Leibrúz respondió dando largas.
            Al final le plantearon un ultimátum, ya que Leibniz, además de
         consejero, se iba a hacer cargo del puesto vacante de bibliotecario
         de la biblioteca ducal.  Este puesto le hizo visitar muchos luga-
        res para comprar bibliotecas particulares en las que podría haber
        libros interesantes para la del duque.  También era su intención
        estar en contacto con eruditos de diversos países y recopilar los
        nuevos descubrimientos en la biblioteca.
            Por fin, a principios de octubre de 1676 abandonó París para ya
        no regresar jamás. El viaje lo realizó desde Calais, pasando por Lon-






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