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de Karlsruhe, celebrado el año 1860. Y no solo por tratarse del pri-
mer congreso internacional de química, sino porque además tuvo
implicaciones de gran importancia en el devenir de la ciencia.
Como por ejemplo, la adopción casi inmediata y generalizada del
sistema de formulación química de Berzelius, o el reconocimiento
internacional de la ley de Avogadro.
«Si hubiese que reducir la historia de la ciencia a una
declaración importante, esta sería: todas las cosas están
compuestas por átomos.»
- RICHARD FEYNMAN (1918-1988), PREMIO NOBEL DE FISICA EN 1965.
Es precisamente a partir de los trabajos de Avogadro, Gay-
Lussac y, sobre todo, John Dalton, que un químico italiano de
nombre Stanislao Cannizzaro hizo circular entre los asistentes al
congreso un breve opúsculo titulado Apuntes de un curso de fi-
losofía química (1856). En ese folleto Cannizzaro postulaba que,
dado que los átomos son indivisibles, en una molécula tiene que
haber necesariamente un número entero - y casi siempre senci-
llo-- de átomos de cada clase. Si somos capaces de determinar el
peso molecular de los compuestos del elemento, y el porcentaje
en que ese elemento participa en cada compuesto, las cantidades
halladas son múltiplos sencillos del peso atómico de los elemen-
tos. Para determinar la masa atómica relativa de algunos de los
elementos más conocidos, Cannizzaro utilizó la ley de Avogadro, y
calculó que un mol de gas -en condiciones «normales», es decir,
una presión de 1 atmósfera y una temperatura de O ºC- ocupa
exactamente un volumen de 22,4 litros. Pesando estos volúmenes
en diferentes compuestos se derivan porcentajes, masas atómicas
relativas y número de átomos del elemento en las moléculas de
la reacciones.
Habiéndose diferenciado al fin los conceptos de átomo, molé-
cula y molécula-gramo (o mol, unidad de cantidad de sustancia),
el panorama en la química parecía definitivamente despejado.
Poco a poco fueron mejorándose hasta el límite los métodos de
determinación de las masas atómicas de los elementos conocidos,
116 EL LEGADO DE DALTON. LA EXPLOSIÓN ATÓMICA DEL SIGLO XX